A Metapán lo han llamado mezquino. Esa fue la reflexión del derrotado técnico de Santa Tecla al término del partido de semifinales que llevó al conjunto santaneco a la docena de finales en los últimos 18 torneos. Mezquindad por definición es falta de nobleza, avaricia, tacañería. En el fútbol, es relacionada al equipo que muy poco hace para ganar un partido. Metapán es el equipo más ganador en la última década del fútbol nacional y su forma de juego ha sido un sello, dicen que deja la obligación al rival. Este domingo, fue mejor que su rival. Mucho no necesitaba para serlo.
Le han colgado la etiqueta y el sello es indeleble. Equipo defensivo lo han llamado y quedará como tal en el recuerdo. Pero es tiempo de hacer justicia al equipo de la época. No se puede llegar lejos acompañado de la avaricia y Metapán ha llegado tan lejos que domina esta era del fútbol nacional. Lo que no consigue es llegar acompañado de público. Los fieles son pocos, porque son pocos los que logran enamorarse de su juego.
Sin entrar al debate (no por falta de ganas sino de espacio) el juego es parte fundamental para la generación de afición. Así como el fútbol nacional merece poner seria atención a la reconstrucción de la infraestructura, así también es una obligación fijarse en la calidad del juego. Metapán no creo sea mezquino, hace lo que puede con sus recursos. Si creo que no apuesta a que sus recursos intenten algo más atrevido que la destrucción del juego del rival como premisa para jugar.
Si el equipo que este domingo ha sumado su décimo título en siete años, hay algo de lo que no puede presumir: sumar aficionados en la proporción que suma campeonatos. La afición es algo más. Eduardo Galeano cree que el fútbol es la única religión sin ateos. Con esto como base, Metapán tiene una parroquia muy pequeña y de pocos los feligreses. No es el de su juego el sermón más entretenido, pero tampoco mezquino.
Lo que Metapán no ha podido es llevar suficientes aficionados al estadio como para que al menos, el marco mejore su pintura. Este domingo el Cuscatlán era de Águila, aunque el título quedara de nuevo en las manos de un equipo que ha logrado lo que pocos. Tres títulos seguidos y uno dominio para guardar en la memoria. Porque aquellos que lo vieron hablan maravillas del Águila de principio de los sesenta, como aquel FAS de Chepito Castro a fines de los setenta. El último en ganar tres títulos seguidos fue el último equipo en dominar el fútbol salvadoreño como lo ha hecho Metapán. Hoy Firpo mira con nostalgia aquella época.
Que nadie levante el trofeo para usarlo como propaganda del juego lindo (poco se vio del trofeo tras la vergonzosa premiación). El buen juego suele ganar más a menudo de lo que pierde. Por eso no le creo a quien dice que Metapán juega mal. Gana porque juega a lo mismo más a menudo, aunque lo suyo no sea lo más espectacular. Su único gol, el de Nico Muñoz fue su mejor imagen de la final. La pelota cruza la línea gol como en cámara lenta. Al ritmo al que se jugó el partido.
Hubo más emoción en los últimos cinco minutos de lo mereció la final. El drama de la definición por penales. Un deporte colectivo entregado a las individualidades y Metapán entregado a Fidel Mondragón para así levantar su décima. No fue el equipo con más seguidores en el campo y su juego difícilmente los atraiga, pero ahí va Metapán, a su paso. Dominando una era del fútbol nacional, sumando estrellas aunque el marco del estadio se pinte de otro color.