SAN SALVADOR. La afición de Águila se jacta de frases como “somos el 50 más uno”, o la clásica “el que no es de Águila es del otro equipo”. La fanaticada negronaranja fue la mejor en la fase regular del torneo y en semifinales, y cumplió a lo grande en la cita por el título, con el sueño de la 16 a flor de piel.
Águila es un equipo con afición en todo el país, y se notó. Fue una marea naranja desde horas de la mañana.
Había bufandas del equipo oriental, gorras con una estrella enorme y la palabra “campeón”, peluches gigantes con el ave que da nombre al equipo, camisas réplicas (a 15 y 12 dólares), bufandas (5 dólares), sombreros con garrobos, camisas históricas -algunas ataviadas con nombres de íconos del equipo, como Zapata o Barraza-, y la más ocupada, la camisa en naranja y negro con líneas horizontales, la actual, con la que esperaban cortar la sequía de dos años sin títulos y gritar un campeonato.
Del otro lado, la afición calera quedó a deber. No logró llenar sus sectores asignados.
El sol preferente y sombra sur quedaron con importantes espacios vacíos, pero eso no impidió que los metapanecos vivieran su propio carnaval, mientras el resto del Coloso de Monserrat parecía un velorio pintado de naranja.
Cuando Molina hizo el último gol, comenzó la salida de la afición naranja. Muchos se fueron a platea a insultar y gritarle a Messina y a los jugadores; otros, esperaron para lanzarle piedras a la afición calera cuando se iba. El coloso se llenó de emociones, la mayor: el dolor en un Águila que tendrá que seguir esperando.