Lo que pasó el domingo en el Cuscatlán fue un escándalo que duele, que avergüenza, que llena de impotencia a los muchos que queremos que el fútbol salvadoreño de un salto de calidad. O que por lo menos avance. Pero las decisiones equivocadas lo hacen retroceder. Una y otra vez.
La premiación oscura deslució a un legítimo campeón como Metapán, rey absoluto del fútbol nacional a quien le queda pendiente la cuenta de dar el salto a nivel regional y conformar un equipo competitivo para participar de Concachampions con seriedad. Una afrenta al deporte, una deshonra para protagonistas y público. Una decisión insólita.
Pero no fue solo una cuestión de decoro lo sucedido el domingo cuando se fue la luz del día y nunca apareció la artificial. También fue un descuido gigante de la seguridad. ¿Qué hubiera pasado si Águila salía campeón? Con esa multitud negronaranja en el estadio no hay que ser muy creativo para imaginar y presentir problemas varios en un estadio con más de 30 mil personas a oscuras. Inaceptable. Nada de eso pasó porque ganó Metapán, la gente de Águila ya se había ido a San Miguel y la mitad de los caleros ni siquiera se quedaron a festejar, quizás confundidos con la situación.
Hay algo claro:No se le puede llamar Liga Profesional a una organización que ni siquiera puede garantizar la luz en una premiación. Adirigentes de clubes que lo único que “ingenian” cuando su equipo pierde es bajar o retrasarle el sueldo a sus jugadores. A futbolistas que nunca se terminan de unir y organizar en un sindicato para ponerle freno a este tipo de atropellos.
Que Edessa, que Metapán y Águila, que los gerentes Vega y Mijangos, que… Unos y otros se equivocaron y se empezaron a echar culpas. Se dice que las victorias tienen muchos padres pero las derrotas son huérfanas. También huérfanas son las irresponsabilidades.
Reconocer los errores y trabajar en ellos es parte del trabajo de la Liga. Para empezar a cambiar. Para poder brindar en paz. Para que vuelva la luz.