Los unen el amor por el fútbol y la veneración hacia el maestro Mamerto Palma. Y se hacen llamar sus herederos, en vez de sus exalumnos. Y este domingo 28 de diciembre a las 10:00 de la mañana, acompañados de sus familiares, tendrán su convivio navideño en el Centro de Recreo de Empleados de Industrias La Constancia.
Además de jugar compartirán alegres momentos y una vez más recordarán a su formador. Es que caminan por la senda que él les iluminó, tan colmada de valores como la amistad, el compañerismo, el fair play. Y si alguno intenta salirse por la tangente, los más sensatos están prestos para reconvenirlos o ayudarles en los momentos difíciles.
A finales de los 60, don Mamerto dirigía su escuelita en el barrio Lourdes, pero el ingeniero Enrique Sol Meza, el prototipo de lo que se puede llamar un sportman, lo invitó a que la trasladara a la cancha Embosalva, inicialmente con hijos de empleados de la empresa, que pronto abrió las puertas a quienes tuvieran aptitudes relevantes para el fútbol.
Eran los comienzos de 1970, el maestro Palma llegaba desde tempranas horas, ponía las redes, marcaba la cancha, inflaba los balones y daba instrucciones a sus colaboradores para esperar a los niños. Muchos llegaban con sus padres, otros con sus amigos y de unos 25 con que comenzó aquel acierto llegó a tener más de 300 alumnos. Con el correr del tiempo fueron saliendo grandes valores que nutrieron la Liga Mayor y a la selección nacional, de tal suerte que hubo necesidad de inscribir un equipo en el Ascenso con aquellos que no se habían podido enrolar en un equipo de la Mayor.
Carlos Carlanga Rivera, Ricardo Mora, Julio Palacios Lozano, René Gordo Martínez, Elías Chilena Montes, William Osorio, Carlos Cacho Meléndez, Jaime Medina, Milton Tigana Meléndez, Hugo Treminio, Francisco Ramírez, Fredy Vichez, William Renderos Iraheta, Pablo Hernández, Carlos Pelón Ayala entre otros se nutrieron de sus enseñanzas y también de sus reprimendas, pues podía aceptar todo menos engaños y mentiras; entonces su rostro que en reposo parecía tan pacífico, se endurecía y ponía en su puesto a quien fuera.
Así fue pasando el tiempo, sus alumnos destacaban pero siempre llegaban a verlo, como quien visita a un patriarca e invariablemente encontraron aquella sonrisa acompañada de consejos que calaron hondo en sus sentimientos. Pero como suele suceder por estos lares cuando una persona llega a mayor edad es visto como un objeto inservible y el maestro fue marginado; digno como era decidió hacerse a un lado y se recluyó en su casa.
Cuentan que de tanto en tanto aparecía por la cancha y a los niños que jugaban les enseñaba los secretos de la número cinco. Posteriormente el modernismo cruzó la calle y la cancha que vio crecer a tantos cracks de nuestro fútbol paso a ser parte de un centro comercial. En el 2009 don Mamerto dejó este mundo y su partida fue un sentimiento colectivo de pesar para sus millares de exalumnos quienes honran su memoria.