Jorge Mágico González es uno de los salvadoreños más conocidos en el mundo. Excelso futbolista que se metió en el alma de los aficionados de aquí y de allá. En lo particular poco me ha interesado su manera de pensar, sus frases suigeneris y mucho menos esa leyenda que se teje a su alrededor sobre su vida rocambolesca.
Hace algún tiempo comprendí y aprendí a señalar el mérito donde precisamente se produce sin detenerme tanto en sus consecuencias o derivaciones. Y por muy acentuadas que sean las discrepancias o polémicas sobre lo que hizo, no hizo o hace más allá de las canchas, lo único que de verdad debe importarme es su obra futbolera. ¡Y esa es grandiosa!
Disfruté las jugadas de su hermano mayor Pachín Gonzalez, del Bucky Espinoza, Mario Chino Flores, Fernando Chino Villalobos, Rafael Ráfaga Búcaro, Adrián Chacón, Alex Cordero, Sívori Sánchez, Norberto Huezo, Nestor Olla, Herbert Machón, Michel Cornejo,Éver Hernández, Julio Calandria Melgar, Salvador Flamenco Cabezas, Miguel Chapulín Pacheco,Edgar Cabrera y su hermano Rey, Mauricio Cienfuegos; me extasié con la pelota pegada al pie y los centros lanzados como con paracaídas de Moisés Pechemono González, Félix Pineda, Kin Canales, Luis Abraham Coreas y su hermano Salvador. Me mareé con las descolgadas de Pipo Rodríguez que casi siempre terminaban en goles, el vértigo de Guillermo Chinito Ruiz.
Cracks con propensión por lo satírico, como inspirados burlonamente para dejar tirados a los rivales, mediante elaborados ejercicios de mímica, cual expresiones eléctricas de un lenguaje corporal que invitaba a marcarlos por un lado y ellos salían airosos por otro. Pero ninguno como el Mágico, de quien conozco de sobra sus andanzas tantas veces censuradas y exaltadas, pero abrumadoramente superadas por sus hazañas.
Fui de los pocos que no le creyeron esa noche de 1976 en el Cuscatlán, donde jugando para el ANTEL y ante el Águila patentó la Culebrita Macheteada a ras de piso. Me pareció que era imposible hacer aquel derroche de magia y Rosalío Hernández Colorado, perplejo y, acaso incrédulo, lo bautizó como el Mago, que en España lo derivaron a Mágico. Y ese su regate llegó a tanto que después lo hacía en el aire hacia ambos lados. Y era esperado por las multitudes. Un genio absoluto con su infinita capacidad para la fabulación creadora, la provocación y la fantasía, la ironía y el humor futbolero, para despertar sentimientos entre la ternura y el descaro.
Ahí están los indesmentibles videos que eternizan sus hazañas ante los mejores defensas de su época y que deberían ser tomados como libros de textos para enseñar el sumun de la técnica. En un país como el nuestro en que muchos son proclives al demérito, a señalar las miserias humanas antes que las virtudes, no se ha podido silenciar su éxito.
Escribo esto porque hace unos días en Madrid escuché a la gente de la calle casi eufórica, aficionados al fútbol hablar de sus gambetas, su velocidad, su freno, sus goles y ese gesto técnico tan sublimado que es la Culebrita Macheteada, que muchos ni siquiera intentan hacer para no quedar en ridículo y que el CR7 y el mismo Messi por nombrar a los mejores de la actualidad, la hacen de otra manera, digamos rudimentaria, casi grotesca, aunque obviamente tienen otras recursos.
En nuestro medio intelectual donde muchos no le conceden avales al fútbol como que si la pelota fuera a estrellarse en los anaqueles donde se guardan los clásicos, no se entiende o no se quiere entender que se trata de uno de los pocos, poquísimos, sino el único de los salvadoreños universales vivos. Es cierto que en el ámbito futbolero estamos a la zaga, ya ni siquiera disputamos supremacías en el istmo, pero tenemos al Mágico y sus hazañas por más que el tiempo haya pasado. Un ser que no trajo el pan bajo el brazo como dice la tradición, pero sí la pelota. A quien el desdén de unos pocos y los elogios de casi todos le entran por un oído y le salen por el otro sin perturbar su amor por ella.Un hombre que a sus 56 años sigue teniendo una relación armónica con su compañera de toda la vida, como en sus mejores días, …como siempre.