Van Nistelrooy, un fenómeno. Aunque el “Fenómeno” como tal, sea Ronaldo Nazario. Es algo que no puedo cambiar.
Yo tuve una camisa del Manchester, una réplica claramente. Le había pintado en el dorsal el número diez, y le había puesto el apellido de Ruud. Era mi camisa favorita para jugar al fútbol.
Hasta recuerdo que me peinaba como él, pero eso, no suma nada a esta historia, es relleno.
Eran los intramuros. Cursaba el primer año, y ni en broma jugaba para el equipo del curso. Pero para mi alegría, varios amigos, sí.
Ese día, no tengo presente si era la cancha 1 ó 2; eran como 6 las que tenía el colegio, pero lo seguro, es que era una de las reglamentarias.
El equipo de nuestro curso vestía la camisa del Manchester United. El rival, recuerdo que la del Sevilla, algo muy raro, ya que abundaban los uniformes de todos los diseños habidos del Real Madrid y Barcelona en las otras secciones.
En cada curso, a diferencia del baloncesto, no habían plantillas definidas como tal, o más bien sí, solo que no las tenían detalladas para el árbitro. De lo único que éste se preocupaba, era en lo administrativo, que no se hiciera nada ilícito en cuanto a sustituciones de jugadores.
Inició el partido.
Al cabo de 30 minutos, nos iban ganando 2-0. En la alineación, había un compañero que le decíamos una cantidad insana de sobrenombres, tal y como solo merecían los más “carismáticos” del curso.
La Jorge “Rata” Canizales, era nuestro delantero punta. Este equipo de alguna manera había sido conformado solo por jugadores medianamente buenos, y algunos excelentes. Pero la “Rata”, era un arruinado, en toda su dimensión.
Los mejores jugadores hacían falta, consecuencia de sus pésimas calificaciones.
Con un soberano 2-0, el equipo se marchó a tomar agua en bolsa a un costado de la cancha, desmoralizado y sin el mayor deseo de jugar el segundo tiempo. Yo, un entrometido absoluto, me dediqué a levantar los ánimos. A cambio de ello, solo insultos recibía, más, nada.
Llegó la hora del segundo tiempo. No habían cambios significativos, y un amigo quedaba en el banco de suplentes. Ingresaron dos para los nuestros. Los de regla eran tres, como el fútbol once profesional.
Su servilleta, sin posibilidades de jugar, andaba con su camisa de Ruud, luciéndola como una original.
Mi amigo, Andrés “Bacalao” Montesinos, quedaba en el banco, pero no tenía camisa. El resto, era un cero a la extrema izquierda.
A eso del minuto 1 del segundo tiempo, cayó un gol en nuestro favor. Lo hizo Óscar “La Plancha” Escobar. Pero algo falló en el festejo. Dijo a quien lo asistió en la jugada del gol: “Buena pende..”, y el árbitro decidió expulsarlo por decir la palabrota.
Con 10, era muy difícil remontarlo. Sin embargo, un autogol nos dio esperanzas apenas cinco minutos más tarde. Luego un dos a dos que tenía rostro de cero a cero, nos aburrió a todos, y a unos, nos dejó con un la impotencia de no poder ganar.
Caímos en desesperación, todos los del banco.
Desde afuera, pedíamos a grito de gol que la “Rata” se saliera. Yo fui el encargado de iniciar la campaña a favor del ingreso del “Bacalao”. Y bueno, mi gestión tuvo éxito.
El detalle era, que el “Bacalao” estaba en el banco, pero sin camisa, y así, no podía entrar. Le di la mía, y le dije, “vamos viejo que se puede”.
Con el dorsal del Ruud en la espalda, el “Bacalao” ingresó como el último cambio, y me emocionaba la idea de una improbable victoria.
Improbable porque son de esas coyunturas donde decís, esto que empatado y punto. No sé ve por dónde. Y encima, el calor era abrumador. Seco y penetrante. El sol también sumaba tácitamente a la sofocante ecuación.
En los últimos minutos, se logró tocar el balón coherentemente. Así, llegó un córner del cual nació una jugada que en lo personal, me sorprende hasta el día de hoy.
Quizá era el minuto 90, sin añadir un trillado drama, cuando Galdámez “Colocho” Mebius mandó un córner de zurda desde la izquierda que se perdía en los aires.
El cuero iba sin efecto, y con leve fricción, intuyo. Tras bañar a 20 jugadores, la pelota llegó al “Bacalao”, que de zurda la embocó de volea y con un remate cruzado fusiló casi desde la entrada del área al arquero.
Locura total, una victoria que ni en broma la pensábamos, estaba hecha. Él que era bueno, ni se la creía. Había sido la camisa de Ruud.
Final.Tres a dos el resultado a nuestro favor. Había una satisfacción absoluta, era nuestro último partido del día, y a la hora del buitre (mediodía).
A mi alucinante sensación de victoria, el “Bacalao” se me acercó y me dijo: “Me dio suerte la camisa, la hiciste maje”.
El Bacalao y otros compañeros me molestaban por mi afición a Ruud, la gran mayoría eran del Real Madrid. Pero ese día, se rindieron ante el dorsal del holandés, quien decían que era justamente apenas, los gases de Ronaldo Nazario.
Dos años después, estarían cantando los goles del mismísimo tren holandés en el clásico ante el Barcelona.