El ciclo de Albert Roca al frente de la Selecta está por cumplir seis meses. Ya no habrá partidos durante 2014, por lo que se puede trazar un primer balance de su gestión en el equipo nacional. No son pocos -periodistas y aficionados- los que ya piden su cabeza ante la falta de resultados. La derrota ante Panamá en el Cuscatlán, sumada a un combo de declaraciones (“perder contra Panamá estaba en el guión” y “no estamos obligados a ganarle a Nicaragua”) generaron muchos adeptos a esa corriente golpista. ¿Qué esperaban? Que de repente, como por arte de magia, la Selección empezara a ganarles a todos simplemente porque en el banquillo está sentado un entrenador catalán.
¿Qué se ha hecho diferente en estos últimos meses a nivel de organización? Y aún si se hubiera hecho algo, sería absurdo que los resultados se vieran reflejados de inmediato. Roca, como cualquier otro entrenador -extranjero o salvadoreño- necesita tiempo para trabajar, más en una selección donde seis meses se reducen a apenas 15 o 16 entrenamientos. Alex Ferguson estuvo sus primeros cuatro años en el Manchester United sin ganar absolutamente nada… y acabó siendo probablemente el técnico más exitoso en la historia del fútbol mundial.
Pero aquí en El Salvador está claro que el entrenador no es el problema principal, por lo menos por ahora. En todo caso, la selección es el fiel reflejo de un fútbol que se ha quedado en el tiempo. ¿Por qué razón debería El Salvador tener una selección exitosa si su fútbol interno tiene un nivel tan bajo? Otros países, como Nigeria o Costa de Marfil, pueden darse el lujo de tener ligas de escaso nivel porque su selección se nutre con los jugadores del exterior, que sí juegan en ligas poderosas. Las actuaciones de los clubes salvadoreños en la Liga de Campeones de la Concacaf confirman esto. Año tras año, los equipos locales no solo son derrotados en la región sino que en muchos casos vapuleados.
La realidad, aunque dura, es que la Selección no tiene suficientes jugadores con nivel para dar batalla en la alta competencia. Nadie duda que hay algunos talentosos, pero no sólo de talento se hace un futbolista. La estructura del fútbol actual, salvo excepciones, es incapaz de producir jugadores para el mercado internacional. No es detalle menor que dos de los tres jugadores que están en Europa nacieron y se formaron futbolísticamente en Estados Unidos: Arturo Álvarez y Pablo Punyed (el otro es Nelson Bonilla). Y a eso se suma que hay que empezar de cero porque la Selecta llevaba un año sin jugar y porque 15 jugadores base de ese equipo fueron suspendidos de por vida. La Selecta es, en otras palabras, como un enfermo de hepatitis aún sin fuerzas al que le ponemos a correr un maratón, y encima le pedimos que la gane…
Si se analizan los últimos 10 o 12 años de la Selecta -con técnicos nacionales o extranjeros-, queda claro el panorama. En dicho período, sólo tiene record positivo contra Belice y Nicaragua en Centroamérica. Con los otros cuatro, incluso contra Guatemala, ha perdido más de lo que ha ganado. Ni hablar Costa Rica, Honduras y Panamá, más allá de que se les haya ganado eventualmente algún partido.
Pero si el entrenador no es lo más importante, alguien con cierto tino preguntará: ¿y entonces por qué gastamos tanto dinero trayendo un extranjero en vez de poner a un nacional por menos dinero? Hay cierta lógica en ese razonamiento, y los nombres alternativos surgen y desaparecen con la volatilidad del último resultado. Que el Tuco Alfaro debe ser el seleccionador el día que gana la Sub 21 o el Bochinche Portillo cuando ganaba Metapán, pero pierden fuerza ante la primera derrota de sus equipos… En mi opinión, la gran ventaja de tener a un extranjero como Alberto Roca -y esto también aplicaría para Hugo Pérez- es su liderazgo y su visión a largo plazo. Lo explico: lamentablemente el jugador nacional (reconocido por ellos mismos) respeta y obedece más a un técnico que viene de afuera que a un nacional. El factor más determinante de Albert Roca en estos momentos no es si defiende con línea de tres o de cuatro, sino su firmeza para tratar de cambiar el actual ‘status quo’ del fútbol salvadoreño. Tal en su insistencia con algunas temas, que ya ha logrado cosas: el que hayan venido de México a ver las canchas y el plan que existe para mejorarlas es una gran victoria que hay que atribuírsela a su persistencia.
En lo futbolístico, en estos seis meses hizo lo que pudo con un equipo levantado sobre las cenizas y las sombras de los amaños. Concibió un planteo para hacer un papel digno ante Costa de Marfil y España y peleó de igual a igual contra todos en la Copa Centroamericana. Ante Colombia y Ecuador, en cambio, esas diferencias de jerarquía quedaron expuestas. No es casualidad que tres de las cuatro victorias hayan sido ante Belice, Dominicana y Nicaragua y la otra ante una Honduras formada casi en su totalidad con jugadores del fútbol doméstico. Es decir, a pesar de todo: se perdieron los partidos que la lógica indicaba que se podían perder -entre ellos cuatro rivales mundialistas- y se ganaron los ganables. Así de simple.
Pero pedir resultados en el comienzo de un proceso así no tiene sentido, aunque esto no implique que se tengan que perder todos los partidos. Lo que más debe importar es el funcionamiento y una idea de juego. A la Selecta se le ve una clara intención de salir jugando desde el fondo, aunque no siempre lo logra y corra ciertos riesgos. También la idea de un solo hombre de punta acompañado de volantes que lleguen por sorpresa, pero la falta de puntería de Rafa Burgos o de los mediocampistas ha conspirado contra el éxito del sistema. Eso sí, en los últimos partidos, especialmente contra Panamá y Nicaragua, el equipo se vio bastante mal por momentos, fuera de control, dominado. Pero la progresión de un equipo de fútbol -y más en una selección en la que han debutado 16 jugadores y con un promedio muy bajo de edad- no siempre es lineal ni ascendente. También, lógicamente, hay baches. Panamá, por ejemplo, lleva diez años de constante evolución y aún así le falta dar el gran salto. De repente tropieza o falla en los momentos clave.
A excepción de la categoría Sub 17 en los torneos nacionales -algo es algo-, muy poco ha cambiado en el fútbol salvadoreño en los últimos tiempos para que se produzca el milagro. Roca lo sabe, por eso en septiembre dijo que “si seguimos así, es imposible meterse en un Mundial a cuatro años vista”. Algunos lo acusaron de derrotista. Probablemente los mismos que lo hubieran tildado de vendehumo si hubiese dicho lo opuesto”.
No debemos ver a Roca como el hombre de la varita mágica, ni pretender que porque es catalán o porque se le paga más que a un local ganará partidos que antes se perdía. Eso, en el mejor de los casos, llegará con el tiempo. Aquí no se necesita un “iluminado de la táctica” (si lo es, mucho mejor) sino a alguien con personalidad, coraje y poder de convencimiento para caminar entre las ruinas y comenzar la reconstrucción.