A todos nos parece una historia conocida, claro, habrá los afortunados (o mentirosos) que aseguren que a ellos no les pasa. Pero, cuando nos da hambre lo primero que pasa por nuestra mente son galletas, dulces, chocolates… y aquí le paro, para no despertar antojos.
En parte, es culpa de nuestro cerebro, ¿o será que nos encanta encontrar culpables? Para evitar morir de hambre el cerebro se programa para recoger las señales de los alimentos ricos en calorías que están cerca, herencia cavernícola. Por eso nos parece irresistible una buena rebanada de pastel.
También es por algo que consumimos repetidamente, o lo que conocemos como adicción. Por ejemplo, en un estudio que se hizo en Japón, en la Universidad Tohoku, el mayor antojo era el sushi, algo muy del entorno y cultural.
¿Cómo indicarle al cerebro que debe comer saludable? Las propuestas no están fuera de este mundo, es cuestión de un poco de orden.
1. Elimina rastro de todo aquello que no puedas evitar. No debes tenerlo en casa, ni oficina. Esto será como una rehabilitación y tampoco será fácil.
2. Lleva alimentos saludables contigo, por ejemplo una manzana, que no estorba y es muy fácil de comer, además de sus múltiples beneficios. Cómela cuando el antojo calórico haga de las suyas.
3. Durante las primeras semanas, evita comer lo que se te antoja, que no sea saludable. Después de las primeras dos semanas, retrasa el antojo para el postre, en una porción que contenga aproximadamente 100 calorías.