Un viaje sin mapa, como un viaje sin destino. La travesía a lo desconocido. La definición misma de la aventura. Una empresa de resultado incierto, dice la RAE.
En esa empresa estaba un español que en el 2010 decidieron salir en un carguero desde Barcelona con destino indefinido, sin mapa pero con una condición: viajar siempre en sentido al oeste. Hasta dar la vuelta al mundo. Existía en el viaje una meta tan clara como regresar al punto de partida y otras condiciones, no llevar un mapa por ejemplo. Una aventura pura y dura, con destino claro, un sentido (al oeste) y un camino lleno de sorpresas. Obviamente, no todas de ellas eran buenas. El relato de Josep M. Romero es fascinante.
Hojear “Siempre el Oeste” me mantuvo siempre pensando en fútbol. Manía esa de no poder desconectar. Pensaba en los viajes de aquellos prehistóricos tiempos en los que el hombre dejaba rastros sin guardar registro. Hasta que los empezó a dibujar en la pared. La cartografía le debe sus origines al arte rupestre. Los mapas guardaban los caminos recorridos para que futuras travesías llegaran al destino.
Grabados en piedra y en posteriores papiros. Hay evidencia de la existencia de mapas con 5,000 años de antigüedad. En el futbol nacional se acaba de presentar un mapa, aunque no la primera hoja de ruta de su historia.
Don Héctor Palomo Sol (no hay parentesco con quien escribe) presentó hace unos 25 años un proyecto para la reestructuración del futbol nacional. Su intención quedó saboteada por intereses que buscaron y lograron perpetuarse en la dirigencia nacional.
Don Héctor perdió una elección para la presidencia de la FESFUT aún y siendo el único proyecto sobre la mesa. Así como los papeles en los que describía la estructura de un futbol con escuela y educación como prioridades, también se engavetaba su entusiasmo por seguir involucrado el futbol. No hubo algo parecido a un mapa para nuestro futbol desde la época de ese desinteresado personaje que nuestro ingrato juego despreció.
Otras administraciones siguieron. Casi tres décadas de lo mismo de las tres décadas anteriores: improvisación y desorganización. Las consecuencias de un fútbol sin proyección se han visto recientemente.
Los amañadores han encontrado suelo fértil con futbolistas en condiciones de permanente vulnerabilidad. Resultado de eternas administraciones fallidas. Todas las que se han sentado en la silla más importante del fútbol. Sin excepción. Hasta ahora que llega una oportunidad gigantesca para cambiar las formas que durante todos esos años le han dado al fútbol salvadoreño a buscar más a la fe que a la pelota.
El Salvador ya llegó a dos citas mundialistas y personajes involucrados en ambas hazañas repiten que la coincidencia fue la convicción por superar el reto más inmediato. Nunca pensaron que ir al Mundial era la meta. La Selección del 70 reaccionó ante los retos según aparecían.
Nunca producto de un plan. Pensar en el Mundial era una utopía. En 1982 fue lo mismo. El fútbol era un calmante para los dolores de la época, no una prioridad y no contaba con fondos para preparar el Mundial hasta que se abrió la partida secreta. Pero proyecto como tal, ni había ni habría. Así fue como El Salvador llegó a dos Mundiales. Por generaciones imprevistas y desprovistas.
La FESFUT tiene con el “Proyecto Azul” la inmejorable ocasión de poner sobre la mesa una hoja de ruta que le permita conocer el sentido y el propósito de cada paso que de el fútbol nacional. Josep M. Romero se escapó en un viaje sin previo estudio ni planificación. Se embarcó sin guía, sin itinerario. Catorce meses de sueños en el suelo, en camiones, en la selva. Aunque también en alguna cama. Cinco inviernos.
Un viaje fascinante, lleno de enfermedades, engaños, chantajes, robos. El “Proyecto Azul” sería un mapa para dejar de viajar como Josep M. Romero. Queriendo siempre estar en un Mundial pero buscando el camino sin planificación alguna. Para que se terminen las aventuras, las empresas inciertas.