Juan Gilberto Quinteros

¿Qué pasó con? Aquel recio contención de Alianza, Santiagueño y Selección nacional que destacó no sólo por su fútbol de entrega y sin contemplaciones, si no que también por su frondosa cabellera al estilo afro

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Actualmente, Juan Gilberto Quinteros vive en San Francisco, California, junto con sus cuatro hijos.

/ Foto Por edhdep

Por Wilfredo Hernández | Twitter: @wilhernandez68

2014-10-05 3:28:00

Fueron las calles de su natal y querido Mejicanos las que lo vieron nacer futbolísticamente, en medio de las estrecheces económicas de su familia. Ahí jugaba Juan Gilberto Quinteros, “Chachama” para los amigos de barrio, “Patrulla Juvenil”, para los hermanos en el fútbol, por unos cuantos centavos para llevar algún alivio a su madrecita, ahí, también, recibió el primer ofrecimiento para irse a ese fútbol que llaman profesional.

“Acá te van a pagar con alcohol, yo tengo un equipo que se llama San Antonio, venite conmigo”, dice “Patrulla Juvenil” Quinteros que le dijo un día un señor, el mismo que lo llevó al Caterpilar, de la Liga B, en aquel entonces donde aún no había Liga de Ascenso, y se fue a cambio de 40 colones y un puesto de trabajo.

Corría el año 1969 y yo su característica melena afro se hacía notar en las canchas. Luego vino el Negocios Internacionales con el que subió a la Liga Mayor cuando los directivos de este equipo compraron la categoría al Juventud Olímpica, ahí jugó hasta 1972, cuando se fue “encaprichado”, dice, con una mujer a buscar fortuna a Panamá, jugó en el Atlético Chiriquí, pero se vino al siguiente año convencido de que había sido un error.

Al regreso intentó jugar con el Platense de Zacatecoluca, pero el Negocios Internacionales no lo dejó ir y terminó jugando para su antiguo equipo y logrando un subcampeonato ante el Platense.

Siempre fue rebelde, acepta, siempre fue de los que se entregaban en la cancha, dicen los compañeros, siempre fue de los que alzaba la voz, recuerdan.

Llegó la época del Alianza, con el que no ganó nada, pero que se le recuerda como referente. También jugó en FAS, pero su época dorada quizás fue la que tuvo con Santiagueño, aquel poderoso equipo de Santiago de María de finales de los 70. Ahí ganó un campeonato y dos subcampeonatos, pero también sufrió la decepción del descenso “porque algunos directivos engañaron a los dirigentes de Santiagueño al decirles que no iba a haber descenso en el 81”, recuerda.

Referente obligado de una de las generaciones doradas del fútbol nacional junto con Norberto “Pájaro” Huezo, Jaime “Chelona” Rodríguez, Jorge “Mágico” González, entre otros, con quienes le dio a El Salvador el derecho de asistir a un segundo Mundial de fútbol, el de España 82, mismo que no jugó porque fue uno de los que no inscribieron por llevar a directivos, aunque viajó por la “cabuda” que hicieron sus compañeros.

Aguilucho de corazón, Quinteros quizás tenga esa espinita de no haber jugado con los emplumados no porque no pudo o no quiso, sino por un altercado con el entrenador de ese entonces, esos altercados que lo siguieron por su temperamento en toda su vida deportiva.

¿QUÉ HACE?

Con todo el dolor de su alma tuvo que dejar el fútbol y el país por culpa de la guerra, recuerda. Se fue para Estados Unidos allá por el 1983 y desde entonces se dedicó a trabajar en una compañía de limpieza hasta que se jubiló. Hoy goza de su retiro compartiendo el estudio de la Biblia, al que le dedica 70 horas mensuales con sus hermanos de los Testigos de Jehová.

Juan Gilberto Quinteros es de esos hombres con una enorme fortaleza, de sonrisa fácil, pero también de lágrimas cuando se trata de contar su vida y de hablar de fútbol, ese que él mismo dice “lo ayudó a sacar a mi madrecita de las estrecheces y de ayudar a mi familia”.

Segundo de cuatro hermanos, una de ellas actriz de teatro en Argentina, este amante de la música e historia cubana y africana, se declara “más salvadoreño que la chachama, el atol chuco y la flor de izote” cuando se trata de poner en duda su amor a El Salvador. Por eso se le escapa una lágrima cuando sale el tema de los amaños, cuando recuerda sus estrecheces, pero también se repone al soñar con un mejor futuro para el balompié nacional, ese que se negó a abandonar aun con el interés del Saprissa tico, el Motagua catracho o el fútbol guatemalteco.