Desde hacía varias lunas había una gran preocupación en el ambiente del fútbol nacional. Carlos Alberto Chicharrón Aguilar Aquino venía sufriendo de una insuficiencia renal que lo había minado y condenado a que le practicaran diálisis semanales.
Pero también tenía otras afecciones que prolongaban el sufrimiento, el cual soportó con una dignidad asombrosa, al punto que cuando era abordado por sus viejos amigos siempre se la llevaba aconsejándolos para que previnieran enfermedades.
Ellos a su alrededor habían formado una cadena de integración en las oraciones y en las acciones para ayudarle, a lo cual no se cansaba de agradecer. El pasado domingo fiel a su costumbre había llegado a la cancha de la Ciudad Credisa donde amigos como Danilo Blanco, Manuel Gato Castillo y Ennio Coreas entre otros lo consentían.
Pero comenzó a sentirse mal al punto que llamaron la ambulancia de los Comandos de Salvamento quienes llegaron de inmediato, se trataba de su entrenador de siempre, su amigo. Lo internaron en el Hospital Amatepec pero su condición se fue agravando hasta que en la madrugada el Todopoderoso decidió llevárselo.
Su legado futbolero
Chicharrón fue un futbolista que con el tiempo derivó en entrenador. Amaba al deporte desde que en su infancia llegaba las cancha a vender las famosas chicharras que su madre hacía, de ahí le llegó el sobrenombre con el que fuera conocido y defendiera los colores del Atlético Marte, Chalatenango, Luis Ángel Firpo y la selección olímpica bajo la dirección técnica de Conrado Miranda.
Como técnico dirigió equipos del Ascenso, fue el sempiterno técnico del equipo de la Policía Nacional y también tuvo un ciclo brillante con el Wálter Ferreti de Nicaragua. Nadie en el fútbol nacional le ha pegado con tanta fuerza al balón, pocos calaron en el sentimiento de sus amigos como él.