Que jueguen Alianza y FAS es siempre motivo de preocupación y debate. Lo primero porque en las aficiones de ambos equipos se resguardan bandos de inadaptados sociales que con una camiseta se identifican para enfrentarse con el fútbol como excusa. Que pase en otros lados no es excusa, el fútbol provee a la sociedad de un escenario de expresión cultural. En el caso puntual de enfrentamientos de bandos delincuenciales adornados con camisetas de fútbol, es la expresión de la decadencia cultural.
El fútbol es culpable, no como juego, por organización. Facilitar el enfrentamiento sin la aplicación de medidas preventivas es el lugar en el que el fútbol entra en responsabilidad. Puede ofrecer medidas que, con la integración de otros organismos, abastezcan de argumentos seguros al común aficionado, el que no está en connivencia con los delincuentes. El que va al estadio porque quiere ver fútbol. Sufrir por su afición no por otros aficionados.
Las agrupaciones de seguidores también son responsables de dar albergue a personajes cuyo único interés se centra en la confrontación para llevar adelante agendas personales. Violentas agendas personales. No están solos aquellos líderes de los grupos de seguidores sino aquellos dirigentes que en estos grupos encuentran un resguardo a las presiones que llegan con la inoperancia de sus tareas.
Más recientemente han sido estos Alianza-FAS los que ha evidenciado la decadencia de valores sociales expuesta en el fútbol. La violencia social suele encontrar tierra fértil en cualquier ámbito poco informado que reúna a grupos que piensan distinto.
Que se entienda, un grupo de seguidores de Salarrué no expondría esta violencia al enfrentar al club de fans de Claudia Lars. El grado de educación alcanzado para llegar a formar parte de ese grupo los hace menos partidarios a entrar en actos cavernarios.
La educación es fundamental y olvidada por lustros en nuestro país. El fútbol ofrece un escenario para despliegues de la violencia social en plenitud. No ha querido hasta ahora convertirse en un territorio para la corrección del camino, a través de la educación. El fútbol, aún y sin la convicción para proponérselo, dio muestra de lo que sus acciones pueden aportar a la sociedad. Encontraron hechos perversos, los investigaron y los castigaron. Muestra clara que puede haber procesos correctivos que eliminen los problemas de nuestra sociedad.
Es a través de la educación que se instalan los valores de una sociedad. Es trabajo en equipo entre las instituciones: la familiar, la estatal, la educativa. En el caso del fútbol, la institución deportiva. Una tarea mayúscula, de inmensa proporción.
Escalar el Everest era una tarea monumental y arrancó con un proceso de planificación, preparación y un primer paso. Estoy convencido que aquellos que quieren dar el primer paso, pueden leer una columna como esta.
Quienes van al estadio para un Alianza-FAS lo hacen bajo el riesgo de caer en una emboscada violenta o como ayer, ver el fútbol que ambos practican.