Como la gran mayoría de jugadores que ha dado este país, Ricardo Gómez comenzó en la calle, en el barrio San Jacinto. La diferencia es que, desde niño, tenía otra meta, un sueño muy claro, ser médico. Aunque para eso faltaba bastante.
Mientras tanto, estudió en el colegio Externado San José, a donde pudo seguir desarrollándose como futbolista. “Había canchas, todo, equipos juveniles, infantiles. Jugué colegiales. Y antes había un torneo con escuelas. A los 14 años debuté en Primera colegial, nos entrenaba Pipo Rodríguez. Luego nos entrenó Leonardo Salas”, recuerda.
En esa época, él era aficionado de la Universidad y, justamente, salió una convocatoria para juveniles. Así que se fue a entrenar a la “polvosa, ahí comenzamos muchos”. Sin embargo, debutó en Primera División con el Atlético Marte, con Hernán Carrasco, en 1973.
La situación fue así. La UCA estaba en Primera y el presidente, Héctor Palomo, era amigo de su hermano. “Me dijo que me fuera a la juvenil de la UCA, acepté pero con la condición de que si el equipo bajaba, yo quedaba libre”. Así sucedió. Yo ya no estaba en la UES, estaba de bachiller ya y mi hermano jugaba en Marte, a donde me conocían porque hasta entrenaba en el Externado. Llegué, me inscribieron, ya estaba de tesorero Armando Platero, quien le ha dedicado mucho al equipo”.
Tenía 18 años. Debutar en esa época en Primera con esa edad era algo normal. Estaban, en ese equipo, Ramón Fagoaga, José Luis Rugamas, “Gomita” Gómez, todos recién llegados, y otros de renombre como Sergio Méndez, “Toro” Torres, Tajaniche Erazo, Tony Rojas, entre otros.
Así que era complicado ganarse un puesto. “Jugué el primer partido y el último de titular. Más en uno que otro entré de cambio. Ya después fui jugando más, pero me consolidé hasta en la Universidad”, cuenta.
Curiosamente, no jugó con su hermano, quien, justo cuando llegó Ricardo al Marte, este se fue a Firpo. “Me tocó enfrentarlo, él era defensa derecho, yo puntero izquierdo”.
En 1975, siempre con Marte, sufrió un esguince de rodilla, a final de temporada. Estuvo con yeso y luego lo operaron dos meses después de la lesión. Para entonces, no había tanta tecnología para detectar los problemas y diagnosticar mejor. Tampoco el tratamiento era igual. Así las cosas, un esguince lo tuvo prácticamente ocho meses fuera de las canchas. Al regresar, el DT era otro y ya no tenía a la titular y no le querían pagar.
Así que se fue al 11 Municipal, a terminar la recuperación, a volver al ruedo, en un equipo que tenía a jugadores como el “Buki” Espinoza, el “Gancho” Búcaro, “Mon” Martínez, el “Ruso” Quintanilla, Herbert Flores, Manolo Álvarez, Raúl Cocherari, el “Perro” Sartoni. Quedó subcampeón.
Sin embargo, solo estuvo un año con el equipo, porque le quedaba lejos para entrenarse y estudiar. Se fue a Santiagueño, en la Segunda División, y lo subieron a Primera, pero por las mismas razones de la distancia, “había que irse a vivir a Santiago de María”. Se fue. Luego recaló en el Chalatenango en 1978, que también subió a Primera, pero que terminaría dejando por sus estudios.
Ya para 1980 “había perdido un poco las ganas de jugar. Leonardo Salas entrenaba a la Universidad en Segunda y la subimos a Primera. Mantuvimos el mismo equipo y llegamos a semifinal en el siguiente año”. Después, se fue al Independiente de San Vicente, donde jugó por tres años. Ahí compartió con “Carlanga” Rivera, “Quino” Valencia, “Lotario” Guerrero, “Mandingo” Rivas. “Fuimos el equipo más goleador, el menos vencido, el primer lugar en puntos, y Marte no ganó la final”, cuenta con una sonrisa. Jugó tres años en el cuadro de San Vicente y luego volvió a la Universidad, equipo en el que se retiró a los 30 años.
En cuanto a la Selección, nunca tuvo una convocatoria. “Para el 82, creo que tuve chance de haber ido. Fue el goleador del campeonato, no me llamaron, no sé por qué. En esa época había una selección cerrada y, una vez que clasificaron al Mundial, la abrieron un poco. Los directivos de Universidad me dijeron que me iban a llamar, pero nunca me llamaron. Sí me dolió en el momento, uno tiene esa aspiración, pero ahora creo que mejor, no estaría como estoy ahora quizás, no hubiera terminado en el momento justo mi carrera, ni me hubiera ido a estudiar”.
¿Qué hace?
Gómez siempre llevó el estudio a la par. Recién graduado de bachiller, comenzó a dar clases de educación física en el Externado, se entrenaba con el Marte, jugaba en Primera y estudiaba Medicina en la Universidad de El Salvador.
Siempre se vio de médico, a tal grado que no puso ninguna otra opción cuando llegó a la Universidad de El Salvador.
Para 1986, decidió colgar del todo las botas y sacó su especialidad en Ortopedia en el hospital Rosales. Luego, se fue dos años a Buenos Aires, a especializarse en reemplazo articular y en reconstrucción de cadera y rodilla.
“Era complicado manejar el tiempo. Estudiaba medicina y recién salido de bachiller daba clases de educación física en el Externado y jugaba. Tenía que hacer milagros. Suerte que en esos tiempos se entrenaba a una misma hora, algo que debería retomarse hoy. Eso le permitía a uno tener otras actividades o planificar su tiempo”.
Más de alguna vez, algún maestro que era amante del fútbol le permitía llegar tarde o cumplir con sus obligaciones en otro plazo. Y también fue clave que “había apertura de los entrenadores”.
“Por eso, en esa época habíamos muchos que estudiábamos y entrenábamos, cosa que ahora veo muy poco. Y es un error, nuestro fútbol no da para vivir de él. Los equipos deberían de volver a esto porque, además, se pierden muchos jugadores que no tienen tiempo de entrenar y jugar, y se van a estudiar. Ahora las canchas de fútbol rápido están llenas de futbolistas. Creo que eso se debería de aprovechar; aparte el joven, con mejor nivel académico, va a ser más receptivo, tiene más opciones para jugar y elegir las cosas. Saber lo que les conviene o no, lo que muchos ahora les falta. No digo que no lo va a haber o que antes no se daba. El fútbol se llena de muchachos que vienen de clases económicamente poco privilegiadas que deberían de seguir en el estudio y así aprovechar más lo que puedan ganar con el fútbol”.
Ahora, cada año o dos, viaja a Argentina a ver las novedades en su área, a traer algo nuevo, a continuar aprendiendo para ser mejor médico, uno muy reconocido en El Salvador. De hecho, fue quien operó al expresidente Mauricio Funes de la cadera.