Un triunfo en la Copa Uncaf

Una columna de Fernando Palomo

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Los seleccionados Jonathán ??guila, Kevin Santamaría, Arturo ??lvarez, Junior Burgos y Alex Larín antes de abordar el avión que los lleve a Los ??ngeles. 

/ Foto Por Tomada de la cuenta Instagram de Rafael Burgos

Por Fernando Palomo | @Palomo_ESPN

2014-09-14 9:34:00

Si el resultado es malo, el juego, por consiguiente, fue malo. Si el resultado es  bueno, el juego fue bueno. Es el pensamiento predominante en la sociedad futbolística salvadoreña, sin extender la frase para convertir la afirmación en una generalidad. 

Pensamiento lineal. Los psicopedagogos lo definen como la aplicación de la lógica de manera directa y progresiva y determinan que idealmente se aplica para cuestiones técnicas y científicas de la vida. En el fútbol nacional tradicionalmente el resultado marca el ánimo con el que inicia la crónica o análisis de alguna situación de juego. Más cuando se trata de un equipo cómo la selección nacional. Apegados al predominio del pensamiento lineal, es el resultado el que define el rumbo de la crítica. Si los números en la pizarra del estadio favorecen a la Selecta, el mundo tiene otro color. 

Asumido esto, lo siguiente no toma en cuenta el resultado de la Selecta en la última Copa Uncaf. No me he interesado por los números al final de los cuatro partidos disputados en Estados Unidos. El fútbol es más complejo que el ordenamiento lineal de eventos. Uno más uno, no es generalmente dos en el juego. Hay factores fuera del control que pretende la lógica directa y secuencial. El fútbol es un juego sencillo: un equipo toca el balón con los pies y lo traslada por el campo hasta llevarlo en una secuencia de pases a territorio del contrario con el objetivo de introducirlo en su arco. Sencillo, pero no simple. 

El Salvador está enfrentado el proceso más traumatizante de la historia de su fútbol. Intenta corregirlo cuando aún no ha hecho intentos perecederos que le hagan corregir los mayores problemas de su deporte. En una nación con pasión por el juego no hay orden para desarrollarlo.

Surgen talentos por ese gusto ferviente por el juego, pero su transición hacia el profesionalismo se detiene en seco ante la carencia de procesos que promuevan su evolución. 

No hay clubes como tal, apenas equipos. No hay canchas, sólo potreros. No hay preparación, sólo buenas intenciones. No hay nutrición, sí mala alimentación. Podría seguir sin parar con asuntos para los que no hay ni sospechas de solución y a esto sumarle que necesitan encontrarle cura al cáncer que han sido los amaños. 

El análisis

No se puede analizar a la Selecta, sólo en función de sus resultados en la Uncaf. No cabe el pensamiento lineal. Con las variables que componen la realidad del fútbol nacional, lo que ha conseguido Albert Roca en estos cuatro meses al frente de la Selecta es encomiable. 

El mayor triunfo no le sirve a los simplistas que confeccionan críticas a partir de lo que se ve reflejado en el pizarrón de un estadio. El Salvador, se nota, busca una identidad. Un sello que la defina como selección. Pero tanto o más que eso, un juego que represente el ser del fútbol nacional. Hay múltiples formas de jugar al fútbol, tantas como hay maneras de ganar. Elegir una forma que le permita al equipo tener la pelota más que el contrario y que en su intención de jugar controle lo que pasa en un partido. Para bien, y para mal. 

Eso hizo este equipo salvadoreño durante la Uncaf. Independiente del rival, ha querido llevar el control del juego. Apenas ausente en el arranque del torneo ante Guatemala. Pero a partir de una mayor colección de jugadores con intención de asociación, la Selecta quiere tener la pelota. No retrocede en espera del error contrario. Asume riesgos jugando con una línea defensiva alta, cercana a la media cancha. Ha encontrado en

Darwin Cerén a un conductor de buenas decisiones y a Richard Menjívar en un sacrificado copiloto. Arturo Álvarez ha vivido sus minutos más notables como jugador de selección. Santamaría llega al área, no por casualidad, sino por un modelo que invita a sus jugadores a que sin timidez se asomen cerca del arco. Lejos de aquellos pelotazos del fútbol directo. 

Hay una deuda que no se paga con el entusiasmo y la muy buena voluntad de Rafa Burgos. En la Selecta hay una falta de contundencia alarmante. Aunque parezca noticia de otras décadas, es un tema vigente. Opciones tampoco sobran. De los nombres que ahora están en órbita hay uno que distorsiona a la simple mención: Rodolfo Zelaya. Implicado por no denunciar sus asistencia a dos reuniones con amañadores. Fito cumplió el castigo impuesto por la Fesfut. El castigo de la afición no ha definido fecha de caducidad. Sólo Zelaya conoce su verdad y es la que ha expuesto. Intentar complacer la verdad instalada popularmente es imposible. Quizás los goles puedan reducir los tiempos del castigo popular. 

El Salvador perdió un partido por el tercer lugar por una mala cobertura en un tiro de esquina. Un detalle. Al final del torneo, El Salvador gana más de lo que pierde. Ha encontrado un camino, un sello de identidad. Una forma de juego.