En San Miguel se toman en serio la rivalidad. No hay agresiones entre sus barras pero en la cancha no daban una pelota por perdida y cuando el árbitro Marlon Mejía falló para cualquier bando sufrió fuertes reclamos y los jugadores tuvieron fricción en algunas jugadas donde hubo cruce de palabras y empujones.
Faltaba ver a los dos equipos migueleños entre los mejores cuatro puestos para que saliera a flote en la piel de sus protagonistas esa identidad que se había perdido por años.
El Barraza no estaba lleno pero regsitró buen número. Había hinchas hasta en las gradas metálicas. Águila tuvo más afición, como de esperar y la Banda de La Capital como la Imortal 12 poblaron el sector popular; por el lado de los mitológicos sus hinchas se dejaban sentir con sus cánticos y bombos. No faltaron aquellos aficionados que le ponen color a los partidos por portar máscaras y hasta una culebra de hule.
Si en la grada había la emoción, dentro del campo hubo momentos que quedaron como postales, para el recuerdo.
El entrenador Roberto Gamarra no respetaba el límite de su área técnica y se movía a su antojo. El cuarto árbitro no quiso llamarle la atención, quizá por miedo o respeto, y no pasó nada con eso. “Toto” se desgalilló cuando tuvo que dar sus indicaciones en pleno juego.
Su homólogo Daniel Messina se veía sereno pero por ratos le invadía la ansiedad cuando se iba a su banquillo para estar sentado unos minutos.
Los jugadores vivieron intenso el derbi. Valoyes pasó hablando con el silbante Mejía por faltas que no le pitó y tuvo un par de roces. Su contraparte fue Eder Arias, quien fue el jugador que más pasó reclamando y repartió empujones cuando se molestó.