Jesús Adrián Rivas Melgar, Chulán para los amigos, es de esos hombres que nacieron con el aura de figura del fútbol. Allá por su querido San Francisco Gotera, mientras veía a Óscar Quiteño, Luis "Catuta" López, entre otros grandes de esos tiempos, siempre soñó con, algún día, defender los tres palos de un equipo grande, después, claro, de hacerlo con su querido Fuerte San Francisco.
No le duró mucho el deseo porque apenas con 16 años fue "sacado" del cine por un amigo porque lo requerían para que fuera a jugar con el Fuerte San Francisco porque el portero titular se había lesionado. De ahí comenzó una extensa carrera que lo llevaría a vestir los colores de grandes clubes del fútbol salvadoreño.
Siempre bajo los tres palos "porque yo siempre quise ser portero", dijo Chulán. Desde siempre, se iba a poner atrás de las porterías para aprender de los arqueros de su época porque era su anhelo. "Yo nací queriendo ser portero", aseguró.
Su historia comienza, como no, con Fuerte San Francisco, el equipo del pueblo, el amor de todos y donde ya era una tradición familiar debutar. Hermano de futbolistas, tíos futbolistas (Luis Amílcar Moreno Rivas, entre otros, lleva su sangre), Chulán no iba a ser la excepción. Del Fuerte llegó a Dragón, de San Miguel, "porque trabajaba cerca".
Los mitológicos aún estaban en Segunda cuando llegó a hacer equipo con Macora Castillo, los Coreas, etc. y jugaban de preliminar de los equipos de Primera. Ahí, su suerte cambió cuando lo vio el periodista Mauricio Saade Torres y lo recomendó con aquel Juventud Olímpica que le apodaron "la academia Azul y Oro".
Bajo la batuta del uruguayo Mario Rey, le tocó debutar en una gira por Guatemala porque, otra vez por cosas del destino, el portero titular, "El Flaco" Pineda, estaba lesionado. Se vino de tierras chapinas con un empate y con la titularidad durante unos pocos partidos, pero con la satisfacción que guió a su equipo al triunfo que se le había negado varias fechas.
Don Gregorio Bundio le dio la oportunidad de jugar en el poderoso equipo, en aquella época, de Negocios Internacionales, donde fue compañero de "Mon" Martínez, Jaime Rodríguez, Abilio Martínez, que después fueron referentes del Alianza. Con Negocios Internaciones fue subcampeón y como tal hizo unos partidos en Guatemala, de donde se trajo la petición de Rubén Amorín, otro entrenador uruguayo, de jugar en Municipal, pero por consejos de su padre no se quedó "porque me dijo que del fútbol no iba a comer. A pesar de que Amorín me dijo que allá iba a ganar dólares".
Luego de Negocios Internacionales llegó el turno de vestirse de albo y volvió a hacer dupla con grandes jugadores. Se alejó un momento del balompié para dedicarse a sus estudios de maestro para volver a Santiagueño y ayudarle a ascender a Primera. No jugó más por "la edad" pero no se olvidó de su amado Fuerte San Francisco y jugó un "rato" más y luego fue su representante en la Liga.
"Chulán" Rivas, un buen platicador que dice que lo único que lamenta es no haber jugado en Águila, se dice agradecido con el fútbol.
¿Qué hace?
Su padre se lo repetía siempre. "Del fútbol no vas a comer, dedicate a tu profesión", le decía; y él, como buen hijo, decidió seguir los consejos de su progenitor y logró sacar su título de profesor en la Escuela Normal "maestro Alberto Masferrer"; esa misma que dio tantos excelentes maestros al magisterio nacional.
Con más de 36 años en el magisterio, Chulán decidió acogerse a un decreto voluntario para jubilarse, pero al año se aburrió y decidió volver a agarrar los libros para enseñar lenguaje, sociales y matemáticas a las nuevas generaciones en el colegio San Francisco, de San Salvador, donde se quedó a vivir, quizás, para siempre.
Como en el fútbol, no se conformó con impartir conocimientos en el colegio San Francisco y, luego, tras una plática con el director departamental de La Libertad, se le dio la oportunidad de volver a las escuelas públicas. Así, desde hace unos siete años da clases en la escuela de Jardines de la Sabana, "ahí por la Plaza Merliot", dice orgulloso.
Sin embargo, no solo se queda con impartir y coordinar los octavos y novenos grados de la institución educativa, sino que también, al filo del mediodía, "cuando salimos de clases", se lleva a algunos de sus alumnos a "patear en un torneíto que les he organizado", en la cancha del parque de la colonia Altos de Cuscatlán.
Ahí pasa las tardes en compañía de sus alumnos, consciente de estarlos educando y distrayendo, pero, sobre todo, haciéndolos sentir útiles e importantes.