Le quitan a sus atros y como si nada. El Atlético parece estar hecho de roca, inamovible. De la mano del Cholo Simeone, ya logró cimentarse como equipo duro, competitivo, correoso y difícil. El Atlético te muerde y te cuesta, llegue quien llegue.
Ya es algo sistemático, una lógica, una forma de ser y hacer. Brilló Fernando Torres y se fue. Apareció “el Kun” y se fue. Goleó Falcao y se fue. En la campaña recién pasada, destacaron Diego Costa, Filipe Luis y Cortuois, y acaban de irse al Chelsea (el equipo londinense ya tenía los derechos sobre el arquero). A Adrián López lo compró el Oporto. Es así. Sistemático. El Atlético es una fábrica que exporta figuras y, aun así, no es menos. Increíblemente no es menos. Mucho tiene que ver Simeone y su capacidad de sacar oro de ahí, de donde otros solo ven… rocas.
Como tradición de las piedras -así son ellas-, incomodan cuando se meten en los zapatos. Y más cuando esos zapatos le pertenecen a los dos gigantes de siempre, el Barcelona y el Real Madrid. Porque esa piedra llamada Atleti acabó con el duopolio y es vigente campeón de la Liga Española, y ayer amargó al Bernabéu con ese 1-1 en la ida por la Supercopa de España. Cuidado con Simeone y su banda, porque la vuelta es en el Vicente Calderón.
Ahora, es una realidad. El Atlético apunta a arrebatarle al Real la Supercopa española. Tiene con qué. Simeone sabe fichar y ayer ocupó a nuevas piezas como Mandzukic, Griezmann y Ansaldi. Tiene a mano también al mexicano Raúl Jiménez, que llega del América y debutó en la ida en el Bernabéu, al entrar al 79?. El gol, eso sí, lo marcó un hombre de la casa, Raúl García, colchonero desde 2007. El Atlético muta, cambia y se adapta, pero sigue siendo el Atlético. Esa piedra llamada Atlético.