El Atlético de Madrid es un equipo moldeado a imagen y semejanza de su entrenador. Un Cholo Simeone histriónico, nervioso, y pero a la vez aguerrido, sin dejar nada librado al azar y sin dar pelota ninguna por perdida. Ayer fue otra muestra de su personalidad. Y por caracter transitivo, de su equipo. La expulsión no manchó su figura, sino que por el contrario la agrandó entre los hinchas colchoneros.
El Cholo como jugador era eso: alma y corazón en cada jugada. ¿Cómo jugar hoy?” , le preguntaron en cierta previa de un partido con la Selección Argentina. “¿Cómo jugar?, con el cuchillo entre los dientes” respondió en aquel entonces. Y esa frase se transformó en el símbolo de su personalidad.
Ganador como pocos y hacedor de un equipo que supo forjar voluntades para ganarle la Liga pasada a dos poderosos (inalcanzables hace poco tiempo) como Barca y Madrid, a pesar de estar varios escalones abajo de ellos en cuanto a presupuesto y fichajes.
Ayer dio otra muestra de su poderío este equipo. Le empató el martes en el Bernabéu al renovado Real Madrid, otra vez con fichajes estratosférico.
Y en el Vicente Calderón dio el golpe de gracia. Le ganó en un partido áspero y duro al conjunto de estrellas merengues. Y volvió a festejar. Entre los hinchas, por la expulsión, es cierto. Pero quizá, en ese lugar anónimo de la platea, sea el mejor sitio para celebrar un título como este para alguien como Diego Pablo Simeone. Otra vez polémico. Otra vez ganador.