Un campeón en la oscuridad

Rolando Ascencio comenzó a representar al país en eventos deportivos a los 52 años. Esta es su historia, una de lucha contra las vicisitudes

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El tritón muestra las medallas obtenidas en su carrera. Foto EDH

Por César Najarro | Twitter: @cjnajarro

2014-08-24 6:40:00

Don Rolando lleva la luz adentro, en el recuerdo. Ve con las manos, con los pies, con los oídos. Y es un campeón, un campeón diferente, de esos que pasan desapercibidos, que no salen en los medios, que viven en la oscuridad.

Son las 12:45 del jueves 21 de agosto. Tiene cuatro días de haber regresado de Guatemala con seis medallas en el cuello, cinco de oro y una más de plata, todas en la natación, en los XXIX Juegos Centroamericanos de Deportes de Personas Ciegas, pero no ha salido en ningún medio.

Es un día normal, se levanta temprano, desayuna y se prepara para salir con tiempo de su casa, en Ilopango. Aborda dos buses y a las 12:15 ya está en el complejo ex Polvorín. Ahí entrena siempre que puede, casi a diario.

Coloca un celular. Prende la música y deja sus cosas a la par mientras calienta a un costado. Es un día normal, así que nadará 3 mil metros. Sí, 3 mil. 

A un costado de la piscina, realiza la calistenia, y, una vez listo, la música le lleva hasta el gorro, los lentes para el agua.

Está listo y se sube a la plataforma del carril seis. Se agacha y toca con un pie el agua. Mide la distancia y la temperatura, y se lanza al agua una vez más. Ahí, en el agua, forja resultados asombrosos.

Ahí forjó los oros en 50 y 100 metros libre, en 50 y 100 metros dorso, en 400 metros libre y la plata de los 50 en estilo pecho. 

Su espalda es ancha, como la de la mayoría de nadadores profesionales. Sus brazos, gruesos, y su piel, marcada por el sol. Sus ojos tienen siempre la misma expresión. Y su sonrisa, se dibuja de cuando en cuando al recordar viejos tiempos, al recordar los nuevos recuerdos también.

“La verdad, yo me siento orgulloso de ser el campeón centroamericano de ciegos. Empecé de nuevo a nadar en 2010, en rehabilitación, en la escuela de ciegos”, cuenta.

Tiene 25 años desde que la vida le cambió de golpe, cuando le ofrecieron alcohol que estaba adulterado. “Murieron unos 200”, recuerda. Pero él volvió a nacer, en el agua.

Hace cuatro años regresó a las piscinas. A esas del Polvorín, a donde aprendió a nadar cuando tenía diez. “Podía todos los estilos, veníamos de la escuela a nadar. Podía libre, de espalda y pecho, menos mariposa, eso lo aprendí ya en la escuela de ciegos”.

Este campeón, que no sale en portadas porque no gambetea con la pelota redonda en un país donde el fútbol manda, participó por primera vez en un evento centroamericano en Nicaragua, en 2012. “En esa ocasión agarré medalla de plata, en los 100 metros libres, y una de oro en los 50 metros”, recuerda.

El año pasado no pudo competir. “El INDES tenía un puntaje (un sistema de clasificación) de 35 segundos en 50 metros libres. La marca mía era de 47, y me agarraron desprevenido. No estaba entrenando mucho, y no me avisaron antes. Claro, esa marca se logra con entreno”.

Pero este año se desquitó. “Estuve entrenando, al menos unos 15 días en el mes”, afirma, y ahí está el resultado, campeón en cinco categorías diferentes para ciegos totales, o B1, como es conocida la división técnicamente en deportes para ciegos.

Para poder competir, para poder entrenar, don Rolando se rebusca. Vende cigarrillos en la colonia, y gana en promedio un dólar con cincuenta centavos. “Hay que gastar en transporte, alimentos; a veces uno no tiene, no tengo trabajo, pero me ayuda una hija con lo que puede”, cuenta.

Pese a ello, a las limitantes, ahí está don Rolando. Lleva 1.500 metros en la piscina y no parece cansarse. Curioso. Desde donde estoy, ya estoy cansado, con el sol abrazador de estos días de cambio climático, pero él es feliz en el agua, y sigue luchando, entrenando, forjando nuevas medallas, nuevos sueños.

De hecho, quiere seguir estudiando, y poder obtener algún trabajo pronto. “El año pasado salí de bachillerato para ciegos de la escuela. En 2015 espero ingresar en la Universidad Nacional. Puedo inglés y quiero estudiar eso, profesorado, para dar clases. Son creo que cinco dólares al mes lo que se paga, y creo que puedo hacerlo. En la Pedagógica (Universidad) si no podía, pregunté pero no me daba. Unos compañeros de la escuela de ciegos me hablaron de cómo estaba todo para la Nacional. Así que llené los requisitos, y como ya tenía mi título de bachiller, espero poder estudiar. Ya el 25 de octubre es el examen”, cuenta.

Don Rolando espera combinar bien los estudios con la natación, y seguir representando al país, quizá no solo en natación. Es que, en general, es un entusiasta de la vida, y se anima a entrarle a los retos grandes. 

Le gusta correr también, y en 2011 y 2012 logró el segundo lugar en la carrera para discapacitados que se realizaba en el país. Recordando eso, mientras estaba en Guatemala hace unos días, se puso los tacos, sí, tacos de fútbol, era lo único que tenía, y se animó a correr los 10 kilómetros. “Pero no gané nada”, dice, como si fuera poco correr 10 kilómetros, más con tacos! “Yo no pensaba correr, pero estando ahí, dije lo voy a hacer. Me dieron una medalla de participación”.   Sonríe, y se le ilumina el rostro. En cierta forma, deja de pasar desapercibido, y se convierte, narrando, reviviendo sus logros, en el campeón que lleva dentro.

Tras interrumpirlo para unas fotos después de esos 1.500 metros, vuelve a lo suyo. A nadar sin parar.