El dolor de no jugar más

CUENTOS DE F??TBOL - Aquel momento donde no se puede jugar más al deporte más hermoso del mundo, por cuestiones de la vida

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Foto Por edhdep

Por Marcos Javier Villalobo | Twitter: @MJVillalobo

2014-08-27 5:20:00

Dicen que cuando aprendí a caminar lo hice con una pelota al lado.

Mis primeros recuerdos son jugando a la pelota. Gritando goles. 

Cuando tenía cinco años jugué mi primer torneo con camiseta. 

Fue en Almafuerte para un equipo que se llamaba “Los Pitufos”. 

Después jugué otro con camiseta celeste y blanca ya en mi Embalse 

natal. Pero las calles de tierra y las canchitas de los barrios 

fueron mi lugar. Corriendo atrás de una pelota de fútbol. Esa 

alegría que provocaba tenerla en los pies, hacer un gol, salir 

corriendo a festejar. Soñar con ser futbolista. Admirar a Diego. 

Jugar y querer parecernos, aunque era imposible, a él, al héroe 

de 1986. Después empezaron los partidos en el club del pueblo, en 

Fitz Simon. Siempre llegábamos a semifinales. Eternos terceros. 

Atlético de Río Tercero nos ganaba siempre. Esos partidos 

memorables…

La satisfacción de ponerte la camiseta, atarse los cordones antes 

de entrar a la cancha. Llorar por perder un partido. Festejar por 

ganar. Los compañeros. El equipo. Jugar a la pelota hasta que el 

sol se escondía. Pegarle al “fulbo” contra la pared, una y otra 

vez con al pierna inhábil. Soñar que en el partido de mañana iba a 

hacer un jugadón y cuando me saliera el arquero haría una pirueta. 

Ensayar los jueguitos una y otra vez. Imaginar un caño o un doble 

caño como el que me salió en el barrio La Aguada de Reyes durante 

un torneo nocturno. Nunca fui el mejor del equipo, pero me gustaba 

estar en equipos con buenos jugadores, pero, por sobre todo, con 

amigos. Y desde chico esa pelota me dio amistades. De niño fue 

el Juan Nahas, un gran “9” que teníamos en el Canario y después 

de adolescentes, en la Escuela del Trabajo de Villa María, fue 

mi “hermano” Daniel “Pucho” Gon. Siempre me hice amigo de los 

goleadores. Curiosidad.

Jugar 

Jugar al fútbol. Jugar. Me pongo a pensar, y hoy, esta tarde 

donde me acaban de dar la noticia que me entristece, me consuelo 

diciendo que JUGUÉ al fútbol. Jugué, hice amigos, perdí, gané, 

reí, lloré, disfruté JUGANDO a la pelota. Ya con estos años 

encima, seguí siendo feliz dentro de una cancha de fútbol, incluso 

enfermo o lesionado fui a jugar. Y a la larga ese bello capricho 

que Dios me regaló me “juega una mala pasada”.

El traumatólogo me indicó la pantalla de la computadora donde 

estaba la imagen de mi pie. (Perdón, pero quiero llorar como lo 

hice en ese momento). Me mostró la deformación del dedo y me dijo 

la peor frase que jamás quise escuchar. “Mire, usted ya no puede 

seguir jugando al fútbol, busque otro deporte”. ¿Qué? A aquel 

niño hoy venido en “adulto” los ojos se le llenaron de lágrimas, 

como en este momento, incrédulo. ¿Cómo? ¿Qué es eso de no jugar 

más a la pelota? ¿Buscar otro deporte? El fútbol es el fútbol. 

Fue mi escaparate. Fue mi consuelo. Imposible. Tal vez todo eso 

dije con mi rostro. Y quizás el médico lo entendió y se apiadó. 

“Puede jugar, pero le va a doler. Incluso si no juega le va a 

doler. Juegue, pero con cuidado”. Si, dijo JUEGUE. “Más dolor es 

saber que no jugaré más a la pelota”, fue el saludo que le di al 

especialista mientras guardaba la receta con las inyecciones.