LA LIBERTAD. Las oportunidades escasean para los jóvenes en este país, para ser alguien, para destacar. Para salir de los círculos de pobreza y violencia, hay que tener mucha entereza y, cuando lo que se sueña es ser deportista, aún hay más peros.
De eso no se vive en tierras cuscatlecas, salvo excepciones, o en el fútbol, si se llega a la Primera División a algún equipo que sí pague bien. En el surf, cualquiera se ha tenido que enfrentar por años a una serie de estigmas que los relacionan con vagos, drogadictos, o simplemente gente que no tiene qué hacer.
Pero el desarrollo del surf y de una serie de jóvenes que han venido despuntando en los últimos años va cambiando de a poco esa imagen.
Para los que conocen un poco del tema saben perfectamente que pararse en una tabla y hacer un 360 no es cuestión sencilla. El solo hecho de no ahogarse requiere una condición física impresionante. No digamos hacer prone race, que consiste en remar acostado sobre la tabla contra las olas
En Conchalío, vive un salvadoreño que ya ha destacado a nivel internacional en este deporte que comenzó a desarrollarse en los últimos años. Amado de Jesús Alvarado vendía collares en las playas de La Libertad. Su sueño era volar algún día, subirse a un avión. Nunca imaginó que al hacerlo, sería para traerle una medalla de bronce al país en prone race, en su participación en los Juegos Bolivarianos de Trujillo 2013.
¿Cómo inició? Amado dio sus primeros pininos porque un hermano y un tío siempre practicaban con un boggie en Conchalío. Entonces, confiesa, le daba miedo meterse.
“Una vez vine a caminar a la playa de escondidas. Mi mamá no me daba permiso. Andaban unos turistas, y uno tenía un boogie de corcho, de esos que vendían en los súper mercados. Le dije que me lo prestara. Después de usarlo, se lo fui a dar, y me lo dejó. Yo comencé a pararme en ese boogie (como si fuera tabla). De ahí, me regalaron otro, y así comencé”, recuerda.
En otra ocasión, se fue de escondidas en un bus detrás de su hermano, y llegó al Tunco. Ahí, vió cómo surfeaban algunos como Jaime Delgado, quien ha formado parte de la federación que se creó a los años.
Muchos le decían que por qué no surfeaba, pero él tenía miedo. Hasta que un brasileño, “un profesional dobló su tabla. Yo iba bajando para la playa y me dijo si la quería. La mandé a arreglar con un amigo. Para ganarme la reparación, le ayudé a lijar tablas, y cuando a alguien se le doblaba una, yo le llevaba clientes”, recuerda. Así comenzó a surfear.
Para esa época, Amado, el menor de tres hermanos, ayudaba a la economía familiar vendiendo collares, actividad que inició desde los ocho años. A los 14, un primo le comentó que se metieran de salvavidas. Y comenzó una nueva aventura.
Para entonces, su madre le decía que tenía que trabajar, y le quedaba muy poco tiempo para surfear. “Lo que hacía es que surfeaba tempranito, de 5 de la mañana a 8, y de ahí me iba a vender collares. Me rebuscaba, y cuando veía que estaba bueno el mar, y ya había vendido, me iba a surfear, pero mi mamá me daba nomás de media a una hora”.
Su otra faceta
Desde los 14, comenzó a ser guardavidas. “Yo sabía nadar, pero poquito. Cuando uno se mete, le dan un curso, lo capacitan, te meten debajo del muelle con una piedra que me sumía hasta abajo. Si no sacaba la piedra hasta arriba, me castigaban. Al principio me enojaba, pero una vez se estaba ahogando alguien y nadie podía entrar. Eso me impresionó tanto que me dediqué a entrenar más de lleno”, recuerda.
“Es divertido, yo lo agarré así. Salvador la vida de otra persona es súper difícil”, aún para Amado, quien ha realizado cinco veces el “Paso del hombre”, una prueba de 21 kilómetros entre corrientes marinas que no puede hacer cualquier experto nadador.
“Hace como dos años, en Conchalío, un sábado de gloria, como a eso de las 11 de la mañana, se hizo una tormenta. Estaba pequeño y de repente, pum, crecieron las olas. Yo ya les había pitado a una parejita que estaba ahí. Les pité tres veces y les dije hagan caso por favor. Me dijeron que me iban a dar duro. Se los jaló a los dos la marea. No podía entrar nadie. Gracias a Dios logré entrar yo, pero pasé como un minuto abajo del agua, que no salía ni yo ni ellos. Gracias a Dios salí y los salvé a los dos. No me dijeron nada, salieron inconscientes, les dimos respiración de boca a boca. Los trasladamos a la unidad de salud, y de ahí los llevaron al hospital”.
Amado ha participado en varios rescates, pero también le ha tocado ver tragedias. Era el 10 de agosto, más allá de las 10 de la noche cuando los de la Cruz Roja llegaron a buscarlo. Es que en la comunidad El Cimarrón Alexandra Carpio, de 7 meses, fue arrastrada por la corriente después de que se la llevó. “Uno no puede decir que no, para eso está uno, para ayudar. Nos fuimos a meter al río a buscar a la niña. Era de noche, y así hacer una búsqueda es súper difícil. El río estaba crecido. Solo encontramos los pedazos después”.
Amado no vive de esto, ni de hacer collares. Eso ya lo dejó. “En Cruz Roja, para vacaciones, dan viáticos, para alimentación. Uno va más por el equipo personal que le dan, un nuevo equipo para ir a cubrir. En la época que yo entré, no alcanzaba para comprar un pito, un bikini. Es súper difícil”.
Ahora, está sentado en una banca de madera, en un pequeño negocio que han montado los tres hermanos. Por eso se llama “Los Brothers”. Y se consiguió un patrocinador que le da tablas, y le ayuda para que siga compitiendo, Viking.
“Andaba vendiendo artesanías. Y un amigo de Guatemala me dijo, ahí anda el jefe de la marca que andamos nosotros. si querés platicá con él, hacete amigo, decile que te preste una tabla y te vas a surfear. Me daba pena a mí. Me hice amigo, le enseñé los collares, y se los vendí súper baratos. Le conté que acababa de quebrar mi tabla, lo cual era cierto. Y me respondió que me dieran una, y que fuera a surfear. Yo me fui a meter, y mandaron a un fotógrafo, que resultó ser este mi amigo chapín. Tomó unas fotos, a saber cuál le gustó, ni sé si tomé buenas olas, pero cuando llegué a devolverle la tabla y despedirme, me dijo que no. “Ya sos parte del equipo, sentate con nosotros”.
Al siguiente día, le dieron su primera tabla de Viking. “Me sentí súper contento, ni me lo creía. Me dijeron que en tres meses me mandaban la primera tabla con mi nombre. Yo decía, puya, primero Dios que sea cierto. Yo tenía 18 años, ahorita tengo 21 y me siguen ayudando”. El surf
Amado comenzó con el boogie y pasó a la tabla. Hacía Open, pero se enamoró recientemente, hace unos tres meses, del Longboard. Lo divierte más, y decidió dar un giro a su carrera, apostarle de lleno.
El resultado, ha ganado las dos últimas fechas en Longboard del Circuito Nacional Corona Extra, y una competencia privada en El Sunzal. Además, quedó entre los 15 mejores del mundo en el evento internacional disputado en Nicaragua hace unos meses.
Para ello, ha pasado de toco un poco, incluidas un par de lesiones, una más grave, en la rodilla, que lo obligó a dejar las olas por recomendación médica al menos por tres meses. “No aguanté, a los dos meses ya estaba adentro. Por suerte ya no me duele. Me atendió un doctor particular, pero a través de la federación”.
Ahora sueña con dar más resultados en longboard. “Viene el centroamericano, creo que va a ser en noviembre, me han preseleccionado para competir, yo estoy sorprendido, porque en serio tres meses que agarré el longboard, no tengo uno o dos años. Creo que me puede ir súper bien”.
Y tampoco ha dejado de todo el prone race. Por su tremenda condición física, miembros de la federación le propusieron allá por 2012 comenzar a entrenar en ese nuevo deporte en el país. El resultado, para 2013, el bronce internacional, uno de los dos que obtuvo el surf (el otro lo logró Josselyn Alabi Córdova, pero en Stand up) en el evento de Trujillo. “Siempre sigo con el prone, casi lo mismo con el surf, pero ahí es más la condición física”, resume.
¿Alguna vez te imaginaste competir en un evento internacional representando a El Salvador? “No, la verdad que nunca se me vino a la mente. Lo que sí, pensaba cuando miraba pasar los aviones, que mi sueño era subirme a un avión” Y fue para Trujillo.
“Estoy acostumbrado a pasar aquí en mi casa. Me sentí súper raro, extrañaba a mi familia, iba con la selección pero me hacían falta. No tuve nada de comunicación con ellos desde que salí de la casa, se me arruinó el celular. Hasta que vine, y saludé, y le dije a mi abuela, cuando me preguntó que como me fue, ‘mire esta medalla’”.
Entrando a la competencia por ese bronce final, Amado iba primero, contra olas de 9 pies. Lo agarró una que lo sacó hasta la arena. Y no podía entrar. Los otros cinco finalistas le sacaron más de un kilómetro. Luego de múltiples intentos, Amado superó las primeras olas, cuando revientan, y logró entrar. Le pasó a uno, seguía remando fuerte, a otro, a otro, hasta que se quedó con el venezolano Javier Vargas (oro) y Luis Escudero, de Perú (plata). “Me les pegué, pero iba tan quemado de haber remado duro para volver a la competencia que ya no los pude alcanzar”, recuerda este atleta y salvavidas, emprendedor y soñador.