El artista del fútbol

Emmanuel Osorto es un futbolista nacido en el circo y acróbata de la vida. Soñó jugar en Primera y lo logró, sin abandonar nunca la carpa y la pista

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En un partido con Juventud, "el Payaso" domina balón ante una marca rival. Anoto tres goles el Clausura 2014, lleva uno en el Apertura 2014.

/ Foto Por EDH/Archivo

Por Varinia Escalante / Twitter: @VSkalanT

2014-08-31 5:34:00

Los sueños no siempre son sueños. Muchos se cumplen. Se vuelven realidad. Realidades dulces forjadas en trabajo, lucha, entrega, en convicción de lograrlas. Y pocos sueños se pueden cumplir desde lo alto de un péndulo, a nueve metros de tierra, en ese momento en que la adrenalina sube, el corazón palpita y la concentración debe pesar más que todo. Más que los sueños. Porque lo único en lo que se piensa es en no caerse, a pesar de que ese sueño esté tan presente como las alturas que vigilan ese péndulo de la muerte tan arriesgado. Ese que a pesar de su peligro se convierte en un motor de inspiración para que la vida siga adelante.

Y desde ahí, desde hace 17 años, las alturas se volvieron un sostén de esperanza para un hombre que deseaba jugar en Primera División. Acrobacias, payasos, trapecios, animales y hasta la voz detrás del micrófono como maestro de ceremonia inspiraron a Emmanuel Rodríguez Osorto a no desistir de sus anhelos por el fútbol. Y no cualquiera… el de privilegio, el de la Liga Mayor. Hasta que, poco a poco, lo fue alcanzando con fe, con abnegación, con convicción y con metas claras y objetivos realizables.

Y es que Osorto es un hombre de circo. “Orgullosamente nacido bajo la carpa”, asegura con convicción. Y es así. No solo por sus orígenes, sino porque su madre, doña María Magdalena Osorto, también lo parió en Cojutepeque “en una casa de campaña, en un camerino, atrás del circo”. Así que lo circense lo trae pegado a la piel, corriendo en sus venas, al igual que corre detrás de un balón de fútbol. Con la misma pasión, con idéntica intensidad.

A sus 25 años de edad, es parte de la cuarta generación del circo “Wonders Boys” del que conoce hasta sus más íntimos secretos. Y no solo eso, del que sabe todos sus trucos y “malabares”. Y no en sentido figurado, sino literal. Esos que le han sabido dar un toque a sus celebraciones, con un par de piruetas por los aires después de anotar, así como lo hizo en la fecha cinco con Juventud Independiente (el 5-1 ante Dragón, el 24 de agosto pasado). Por eso le salen perfectas. Porque no es ensayado, a estas alturas de su vida son parte de su esencia.

“La gente se emociona mucho cuando meto gol, siempre esperan las piruetas y se alegran. Y esto me recuerda a mi familia también, al circo, me hace estar cerca de ellos”, expresa.

La vida del circo

Emmnanuel tiene un principio profesional en el circo a sus ocho años, pero su relación con la pista es desde siempre. “Antes de los ocho años, veía a mis tíos cómo hacían las cosas del circo. Con los amigos, siempre decía: ‘Pintáme de payaso’ o ‘Te pinto’. Así fui aprendiendo”, dice.

“Pero las primeras cosas que comencé a hacer fueron las acrobacias, número de pulsadas con mi prima, pulsadas olímpicas en dúo y también solo, y fui superando todo eso. Luego, fue el trampolín americano, saltarlo, dar vuelta de gato. De ahí, ya más grande, me metí de lleno en los números de altura, los trapecios, el péndulo de la muerte”, resume.

Y hace hincapié en que son “el único circo en El Salvador que tiene el péndulo de la muerte, de ahí solo los circos extranjeros lo andan”. Así que Osorto es afortunado al tener ese plus de practicarlo “y presentárselo al público, a pesar de mi estatura (1.65 metros) y peso (155 libras)”.

Sus esfuerzos por aprender cada acto “han sido de años. Es puro dominio del cuerpo”. Y así lo demuestra en la función. Detrás de los innumerables trajes que viste, con colores rojo y gris, blanco, verde y negro, su desgaste físico es sobresaliente al realizar el acto de las pulsadas. Sus músculos se tensan, las venas sobresalen y debe mantener pleno equilibrio y concentración.

Si sostenerse únicamente de su mano derecha y apoyar todo su cuerpo en ella es complicado, mucho más lo es cuando lo hace acompañado. Su primo Aquiles Osorto es con quien lo ha practicado durante toda su vida, y cargarlo es un peso doblemente extra que Emmanuel sabe realizar a la perfección. El sudor es el mejor testigo del trabajo sobre la pista.

Pero también estar de lleno con el circo significó, en parte sí y en parte no, el no estudiar hasta el bachillerato. Este hombre, segundo de tres hermanos, la primera acróbata y bailarina y el más pequeño payaso, llegó hasta séptimo grado. “Íbamos estudiando en los centros escolares a los que íbamos llegando con el circo. Llevábamos los certificados de estudio de la escuela anterior para seguir en el otro. Solo al final de año nos quedábamos varios meses en un mismo lugar para terminar el grado. Pero no me gustaba y como me decidí por comenzar a jugar y me dediqué a trabajar le dije a mi mamá que ya no iba seguir”, explica.

A todos sus números en el circo, se agregaron como siempre “ser el pilar fundamental para que cada función salga adelante”, asegura su madre. Porque además de sus presentaciones, muchas veces debe suplir al que se ha enfermado o al que no está, así como le toca ir narrando cada escena, vender palomitas, prestar su voz para anunciar la apertura del circo y la función del próximo día, actuar con los payasos y ser payaso. Ser multifunciones.

Desde abajo hasta Opico

Para Emmanuel, encontrarse con el camino del fútbol no fue difícil. Desde pequeño siempre lo practicaba y su tío Aquiles Osorto fue el artífice de que se enfocara en esa afinidad hasta volver realidad su sueño. Osorto cuenta que jugaba en cada barrio o pueblo que al llegaban con el circo. Su tío lo mandaba al banco cuando cometía errores, pero en 2005 gozó de la mejor oportunidad de su vida: jugar en Tercera Liga Aficionado, con el equipo Soyapango.

“Mi tío compró la categoría y ahí empecé. Al año, me llamaron del Maracaná San Rafael, en Tercera División. Solo hice una temporada y me buscó San José Sacare, donde jugué un año. De ahí, me fui para Nicaragua a trabajar con el circo de los ‘Hermanos Fuentes Gasca’ seis meses; y cuando regresé, el Atlético Comalapa me llamó y estuve un campeonato”.

Su profesionalismo siguió en ascenso, sin dejar jamás a un lado el circo. Ya que en “Maracaná el arreglo era solo ir por partido, no me tocaba entrenar. En el Sacare, sí entrenaba tres días a la semana, donde hice 11 goles”. Hasta que Isidro Metapán, de Segunda División, lo fichó en 2009. “Jugué un año y fui campeón goleador (12 tantos). Me salió después la oportunidad para el Brasilia, donde estuve una temporada y de ahí el profesor Juan Ramón Sánchez me permitió formar parte de Juventud Independiente (2014). Desde ese momento, dejé el circo y me dediqué al fútbol de lleno”, detalla.

Además, el fútbol le dio la oportunidad de que lo conocieran como “Payaso”. Recuerda que nació “en Maracaná por como celebraba los goles, haciendo las piruetas”. “Me quedó ‘el Payaso’ y me siento agradado de que me conozcan así, porque así yo recuerdo mucho a mi familia en todo momento”, manifiesta con sinceridad.

Vidas paralelas

Este delantero, a quien por momentos le toca ser cómico con su personaje llamado “Muñuña”, reconoce que su vida tiene dos caminos muy paralelos. Su parecido con recibir aplausos, con alegrar a la gente, con estar satisfecho, con salir a veces como suplente lo vive tanto en el circo como en el fútbol. Es igual.

Acepta que la frase “el show debe continuar” “es interesante, porque se vive en ambos mundos”. “En el circo, uno se olvida las penas, porque la gente viene a divertirse aunque uno tenga problemas. Hace 12 días perdimos a mi bisabuela (María Osorto) y no nos tocó de otra que seguir, pararnos en la pista del circo y fingir una sonrisa para que el público se vaya contento aunque nosotros tengamos el corazón destrozado . Eso se vive igual en el fútbol, en las canchas uno puede tener problemas, pero tenés que fingir una sonrisa”.

En cuanto a cómo es su personalidad, y si está ligada a su sobrenombre “Payaso”, dice entre risas: “Soy alegre, siempre hacemos bromas, molestamos con los compañeros, pero siempre con seriedad cuando debe ser así”.

Amor y fidelidad

Su familia vive el sueño de Emmanuel en Primera como si fuera propio. Y “el Payaso” está dedicado a entregarse al fútbol por completo. Por eso mismo, ha optado el sacrificio de cuidarse y ya no actuar en las funciones. Pero acepta que si el deporte no se hubiera interpuesto en su vida “lo seguiría haciendo”.

“Si no se me hubiera cruzado el fútbol, estuviera siempre bajo las carpas del circo. Y muy orgulloso de mi familia, porque siempre hemos salido adelante bajo la carpa del circo”, se sincera.

Emmanuel volvería así al ese camino sin pensarlo dos veces. Es su vida, es su pasado, presente y futuro: “Si se me cierran las puertas del fútbol por alguna lesión o algo así regresaré a mi casa. Claro, en un futuro lejano, ahora solo pienso en el fútbol y después que venga lo que Dios diga”.

Mientras tanto, sigue disfrutando de lo que es y de lo que tiene. Siente paz “entre la bulla, al acostarme oigo la función y eso me da tranquilidad, no puedo estar lejos de mi familia. Cuando estoy en la casa de mi papá, me desespero, no puedo estar alejado de todo esto”. Todo eso que significa el circo, su esencia de vida.