“¿Tenés ticket para entrar?”. Es la pregunta de batalla. Más súplica que pregunta. Mientras miles de hinchas caminan hacia las entradas del estadio Arena Sao Paulo, felices y con sus boletos bien guardados, hay decenas de aficionados albicelestes parados en la misma vía, pero sin entradas. Expectantes.
La actitud de sospecha, el lenguaje corto y medido, las señas controladas, el tono bajo de la voz… es el mundo de la reventa. Hay miradas cruzadas pero sin ser tan evidentes. Los argentinos están cazando. También hay alemanes, noruegos… Todos buscan a algún revendedor que les abra una rendija hacia el “mercado negro”, que les brinde la oportunidad de ofrecer dinero por una entrada el paraíso. El paraíso, en este caso, es el Argentina-Suiza de octavos de final.
Los diálogos van por aquí:
– ¿Tenés entradas?
– ¿Cuánto ofrecés?
– ¿Cuánto pedís?
– ¿Cuánto querés dar?
– Lo más, unos 300 dólares.
– No vas a encontrar.
– Dale, gracias.
El problema es que hay pocos revendedores para ejecutar el protocolo del estira-y-afloje. Los argentinos los buscan como perlas en medio del mar de aficionados que van entrando al estadio. Pero no se les ve y los que aparecen piden mucho dinero. Y el partido empieza en una hora.
Hay optimistas. Como Paolo, de Buenos Aires. “No conseguimos entrada antes y la vinimos a buscar aquí. La reventa está un poco costosa, piden mil 500 dólares por una. Quizá, de último momento, nos viene la ayuda del cielo y entramos, la fe es lo último que se muere”.
Hay precavidos. Como Gonzalo, también de Capital Federal. “En el sambódromo (donde FIFA repartió días anteriores los boletos a los aficionados, siempre en Sao Paulo) pedían 160 a 200 dólares. Pero aquí no sabemos, quizá sean truchas, falsas. Tenemos que tener cuidado. Si no, vamos al Fan Fest (en Anhangabaú, en el corazón de la ciudad). El Mundial se disfruta igual”.
Hay realistas. Como Franco, de Córdoba. “Para venir a este partido hemos vendido hasta el perro. Vinimos sin entradas, pero es por la Selección. Vamos a pagar a los revendedores lo que tenemos, unos 700 dólares por persona, lo máximo. Hay chamos que han pagado mil 500 por una entrada, nosotros no podemos”.
Hay molestos. Como Alfredo, de Mar del Plata. “No hay nada (para comprar en reventa), pero como sea vamos a entrar. Pagamos mucho dinero para estar aquí, unos 5 mil dólares por persona (entre hotel, transporte, comida, etc.) Estoy dispuesto a pagar 500 dólares por un ticket. ¿Si no la consigo? Paso. Entro. Ahora veo cómo. Después te cuento…”.
Y están los furiosos, como unos hinchas argentinos que no dieron su nombre, pero sí estas palabras: “lo que ustedes, los periodistas, deberían denunciar, es que como mierda hay tantos brasileños con entradas, cuando no juega su país. FIFA es una basura, son unos ladrones. Ahí están los brasileños revendiendo como si nada en las narices de la Policía, y nosotros no podemos entrar”.
La peor parte le tocó a los que compraron entradas falsas. Como Gastón e Ignacio, de Mendoza, quienes pagaron mil dólares por un ticket, con la ilusión de que al menos uno viviera el éxtasis del partido. Pero en la entrada oeste, en el último escalón hacia aquel paraíso, les dijeron que era un ticket falso.
“Nos vendieron este ticket en la entrada del estadio, un tipo que tenía un cartel de ‘vendo entrada’. Hicimos la denuncia a la Policía y nadie nos dio una solución”, explicó Gastón. “Si lo conociéramos al tipo, ya estaríamos dándole en la cara, encima de él. Vinimos en micro, demoramos casi una semana en venir acá, y nos venden un ticket falso”, agregó Ignacio. “¿Vos como periodista no podés hacer algo, nos podés ayudar? Te doy unos 200, 300 dólares, por esa credencial…”.
Duro dar la vuelta e ingresar al estadio, mientras atrás quedaban todos esos personajes de celeste y blanco. Ahí, cerquita. A solo metros de la felicidad.