BRASILIA. Cuando intuyó que la eliminación de Argentina estaba por caer, el técnico Alejandro Sabella movió las piezas justas para evitarla.
Tocó lo necesario, pero no cambió a Gonzalo Higuaín, quien pedía pista para salir por sus flojas actuaciones. Sabella le renovó la confianza, y el artillero del Napoli italiano le agradeció con el gol de la victoria 1-0 ante Bélgica que depositó a los argentinos en una semifinal por primera vez en 24 años.
Argentina chocará con Holanda el miércoles por el boleto a la final.
Sabella es un hombre de hablar poco y escuchar mucho. Y entre sus propias convicciones y el clamor popular metió mano a fondo en un equipo que venía ganando pero sin convencer. Los cuatro triunfos habían sido por la mínima diferencia y el salvador en general había sido Lionel Messi, autor de la mitad de los ocho goles que ahora tiene Argentina y dueño de las mejores aventuras del equipo.
“Siento mucha alegría por todo este plantel, por el cuerpo técnico, por la gente, por mi familia, por cómo nos apoyaron todos”, destacó “Pachorra” Sabella.
No hay duda alguna en que el entrenador aceitó los motores de una máquina que estaba adormecida y a punto de no despertar. Suiza le dio el último llamado de atención cuando Argentina, con gol de Ángel Di María tras pase de Messi, recién pudo vencer a los helvéticos en la prórroga y a punto de ir a los penales.
“Fue el mejor partido de nuestro Mundial”, subrayó Sabella tras el juego del sábado. “Me voy conforme por el equilibrio y el juego mostrado”.
Ante Bélgica, los Albicelestes tampoco tuvieron un partido fácil, pero sortearon el escollo con otra actitud, con la del esfuerzo colectivo de un equipo que hasta ahora solo parecía depender de Messi y un poco de Di María.
Inmerso en la recta final donde los errores se pagan con la vida, Sabellla apeló ante Bélgica a dos cambios tácticos que afectaron a dos de sus lugartenientes que parecían insustituibles: despachó al banco al defensor Federico Fernández y al centrocampista Fernando Gago y le dio rodaje a Martín Demichelis y Lucas Biglia. Otra variante fue en el lateral derecho donde José María Basanta entró por Marcos Rojo, pero en este caso por doble amonestación.
Un acierto total de Sabella en los cambios obligados: Demichelis le dio mayor solidez a la retaguardia y Biglia fue pausa y aceleración en el medio, respaldó mejor a Messi y además generó oxígeno al tractor Javier Mascherano.
“Equipo que gana no se toca”, dice una vieja frase del fútbol.
Algo que siguen a pie juntillas la mayoría de los técnicos. Pero no Sabella.