Copacabana, Ronaldo y el negocio

El ambiente en la famosa playa cambia cuando hay juegos, aunque las ventas a veces bajan. Contamos la historia de Ronaldo do Nascimento, un ingenioso vendedor de vasos con truco

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Foto Por Carlos Vides

Por Carlos Vides | Twitter: @celvides | Enviado especial a Brasil

2014-07-05 8:06:00

Copacabana es una de las playas más famosas del mundo. En estos días es un hervidero de aficionados del Mundial. Al inicio de la playa, en el arranque de la Avenida Atlántica, hay cientos de hinchas en el Fan Fest que organiza FIFA. Unos 20 mil. No caben en el lugar. Pero más allá, la playa cambia… Ahí hay decenas de cientos de personas a los que la Copa les importa… nada. O casi nada. Están ahí para disfrutar de la arena, el sol y la playa de una de las más bellas playas de Río de Janeiro. Bikinis, tangas, bronceador. Hombres y mujeres bajo el sol.

El tema del Mundial poco importa y los goles no suenan, ni se gritan. Están disfrutando del calor de 25 grados, jugando voleibol o fútbol de playa, tomando caipirinhas (las dan aunos 3.50 de dólar el vasito). ¿Mundial? ¿Cuál?

A estos canadienses, japoneses, austríacos, franceses, italianos y demás, poco les importa Brasil 2014. También hay brasileños que no comparten tema del Mundial. Muchos no saben ni qué es. Lo suyo es gozar el sol, broncearse, sentirse en Copacabana. Algunos turistas ni entienden que hay un Mundial jugándose. 

Ronaldo do Nascimento sí lo comprende. Y muy bien. En una mesa, hay tres israelíes viendo el Bélgica-Argentina. Ronaldo, 36 años, brasileño, se acerca con sigilo. Les sirve dos copas de cerveza, pero se tropieza y las bota. Uno de los isrelíes se echa para atrás, afligido por el líquido que está por caerle encima. La escena es graciosa. Ronaldo se ríe. Son copas de broma. La cerveza no sale de las copas porque están cubiertas con plástico. Ronaldo las vende a 20  reales cada una, entre risas. A unos 10 dólares. Él sí sabe, y  muy bien, lo que vale la Copa en Río. 

“Yo no quiero que se termine la Copa, nunca. Normalmente vendo 50 vasos al día, pero durante la Copa estoy vendiendo de 100 a 150. Los que más compran son los argentinos, italianos, de Estados Unidos… los peores son  los de Francia, Alemania, Medio Oriente o Japón, esos no compran nada”, dice, en el puesto Forza y Saude (Fuerza y Salud), a unas tres cuadras de la pantalla gigante del Fan Fest de Copacabana, sobre la Avenida Atlántica. Todo el lugar está lleno de hinchas mundialistas, y Ronaldo ofrece sus vasos al por mayor. 

“Pero me fue mejor cuando vino el Papa Francisco, ahí vendía hasta 200 vasos al día”, matiza. “Y era gente más educada, gente buena… para esta Copa ha venido gente muy ruin”, se queja. 

Ronaldo tiene 14 años de vivir de la venta de los “vasos broma” y está casado con Mara, brasileña también. Juntos tienen a Ronaldo junior. La venta de los vasos les da para vivir “bien”, dice, en Niteroi, a unas dos horas en bus de Copacabana. Él se mueve en Copacabana, nada más.

No vende en otro lado. “Aquí vienen todos los turistas que pagan mejor, y ahora durante la Copa vendo aún más. Ahora estoy haciendo como mil reales al día (unos 500 dólares). Tengo que aprovechar la temporada”, dice este vendedor autodidacta, que habla su natal portugués pero también español, inglés y francés para mover sus productos, sus vasitos broma. 

Como Ronaldo, también está Aguibinaldo, que vende hamacas; Artacaldo, que comercia con libros para niños; Ruben, que ofrece collares; Christian, vendedora de 30 años que vende protectores para latas que simulan las camisas de las selecciones mundialistas. Ninguno quiere que se acabe la Copa. Están triplicando sus ganancias. Este último día de cuartos de final no ha sido tan bueno en ventas, pero pinta. 

Todos están listos para cuando termine el Argentina-Bélgica en el Fan Fest, para ir a mover sus productos. “No nos gustan los argentinos en el fútbol, tenemos una rivalidad. Ese cántico que ellos han inventado, que Maradona es más grande que Pelé… no nos gusta, y ya tenemos uno que Maradona es un gran inhalador (drogadicto)”, bromea Ronaldo, mientras empieza a moverse al Fan Fest. 

No le gusta Maradona, pero detesta más a la Policía. “Nos decomisan los productos sin razón, se quedan con la mitad y los venden. Son ladrones, unos filhos de puta”, sentencia. Ya estamos cerca del Fan Fesfut. 

Copacabana no es la misma ahora que está en juego la Copa, es cierto. Pero esta playa está acostumbrada a recibir a miles de miles de turistas, mes a mes, año con año. Normal. Brasil 2014 ha traído más gente, vaya y pase. Pero a Ronaldo y compañía lo que les ilusiona es Río 2016, los Juegos Olímpicos que serán en dos años en la ciudad carioca.

“Ahí sí nos vamos a volver ricos en poco tiempo y vivir bien, como gringos”, dice, en referencia a los turistas que llegan a dejar miles de dólares, yenes, euros y reales a Copacabana. Y Ronaldo se va. Pronto se escuchan las mismas risas de sorpresa en mesas cercanas, cuando gasta la misma broma a otros visitantes, con sus vasos sorpresa. Tiene que aprovechar. El Mundial ya casi termina.