“Con la ayuda del Cristo Redentor, esperemos que en Rusia 2018 sí vamos a estar, ahí andaremos apoyando a la Azul y Blanco”. Con la camisa de El Salvador puesta y la bandera en sus manos, Carlos Muñoz Barillas está parado frente a una de las siete maravillas del mundo, el monumento-ícono de Río de Janeiro y de Brasil entero. Carlos es “salvadoreño cien por ciento”, dice con orgullo. Nació en Quezaltepeque y es pintor en Washington. Junto a él está Henry Ventura, también cuscatleco, aunque porta una camisa del Atlético Mineiro. Es eléctrico y también vive en la capital de EE.UU.
Después de meses de esfuerzo y ahorros, Carlos y Henry han emprendido este viaje que ya los llevó “desde Belem hasta Río de Janeiro, y pasamos por Sao Luis, Fortaleza, Recife, Natal, Salvador y Belo Horizonte”, explica Henry. “Fuimos al Costa Rica-Uruguay, al Grecia-Japón y el mejor fue México-Croacia, nos vamos a quedar cuatro días más en Río”.
Estar en Brasil 2014 ha sido una experiencia inolvidable, pero no es la primera para estos hinchas azul y blanco. “El año pasado estuvimos también con la Sub 20, fuimos ‘los cipitíos de Turquía’ porque andábamos unos sombreros así”, rememora Carlos. “Ojalá la selección clasifique a Rusia”, pide de nuevo Henry, “para ir a apoyarla con todo”.
Ir a un Mundial. Volver a estar entre los mejores del mundo. Que nazca otro Mágico González. Que se acaben los amaños. Las peticiones se crean y se reproducen bajo la mirada del Cristo, ubicado a 700 metros de altura, inaugurado el 12 de octubre de 1931 y visitado por 2 millones de turistas al año. Junio y julio son de temporada alta, y más ahora, por la Copa.
Para llegar al monumento, que salió de la mente del arquitecto brasileño Heito da SIlva Costa y del escultor francés Paul Landowski,los visitantes llegan en un tren pequeño, en vans o a pie, y la entrada cuesta 32 reales (unos 15 dólares). Toda la experiencia puede durar unas dos horas, pero vale la pena, pues desde ahí, en un día despejado como el de ayer, es posible tener una imagen en 360 grados de todo Río de Janeiro. Se ve el Maracaná, las playas más famosas, el centro de la ciudad, Niteroi, la Lagoa… el alma carioca desde las alturas.
Algunos datos generales del Cristo, ubicado en el morro del Corcovado, ofrecen una idea de estar ahí: pesa mil toneladas, la figura de Jesús tiene 30 metros de altura y solo la cabeza mide 3.75 metros; hay 30 metros entre las extremidades de los dedos y solo el pedestal ya mide 8 metros.
“El Cristo es increíble, todos deberían venir aquí por lo menos una vez en la vida”, dice Felix, alemán, nacido en Hamburgo. Está emocionado por las semifinales contra Brasil y tiene su pronóstico: “Aún cuando estamos aquí, y el Cristo está aquí (lo mira)… creo que Alemania ganará 2-1. Creo que Klose va a romper el récord (está empatado con Ronaldo en 15 goles), además, y será un doble dolor para Brasil”, agrega.
Le recordamos a Félix que nunca una selección de Europa fue campeona cuando el Mundial se hizo en América. Pero no se rinde. “Creo que los alemanes pueden hacerlo, lo han hecho muy bien en las últimas copas del mundo, así que si alguien puede hacerlo, son ellos. Que no esté Neymar ayuda y tendrán que hacer cambios”.
Si Félix está convencido de su propio equipo, todavía más un grupo de argentinos que está de visita en el Cristo. Tienen una bandera albiceleste con la cara de Maradona y la seguridad de que serán campeones llega más arriba que la escultura gigante.
Son de Santa Fe. Tienen mucha. Habla Nicolás, que porta una camisa réplica de la Argentina campeona de 1986: “Hasta ahora no nos cruzamos con nadie (se refiere a la fase de grupos, Suiza en octavos y Bélgica en cuartos)… así que es la primera prueba de fuego que tenemos”, contra Holanda. Lo interrumpe y va más allá Tomás: “No le tengo miedo a nadie, creo que vamos a dar la vuelta en el Maracaná. Aquí tenemos a Diego (muestra la bandera), y para Rusia 2018 vamos a poner la de Messi, con él vamos a dar la vuelta, y se lo vamos a gritar a todo Brasil. ¿Petición para el Cristo?, que salgamos campeones”, dice, mientras sube los brazos hacia la escultura de Jesús.
Más peticiones, más fotos, más souvenirs. Hay camisas y personas de México, Sierra Leona, Italia, Australia, Inglaterra, Guatemala… tomarse la foto “clásica”, con los brazos extendidos y el Cristo Redentor al fondo, es casi un milagro entre tantos visitantes. Todo ocurre ante la paciente mirada de la imponente estatua del Cristo Redentor, el señor de las naciones en la fiesta del Mundial. En cuatro años, quizá, sabremos si se cumplió la petición de los dos salvadoreños que llegaron a visitarlo.