BRASIL. La fiesta que armaron holandeses y argentinos antes del partido superó con creces la que se vivió en el estadio, donde miles de seguidores se comían las uñas frente a un espectáculo de táctica y estratégica, de un fútbol poco vistoso, pero que, al fin y al cabo, le sirvió a ambas selecciones para llegar a lo más lejos.
Los argentinos, mayoría que los holandeses en Brasil por la cercanía, lo viven de manera especial, era el pase a la final, en casa del eterno “enemigo”, a donde muchos van a pasar sus vacaciones, o donde tienen incluso algún amor de verano.
Ahí, en el suelo brasileño, se armó la fiesta argenta luego que el drama se quedara para los holandeses, que, pese a la derrota y frustración, aplaudieron a su selección, que entregó todo en la cancha aunque nunca pudo abrir a una tremenda defensa rival, comandada por Javier Mascherano.
El central fue de los más ovacionados en el partido y, claro, al final, el héroe fue Romero, como le dijo el mismo “Masche” previo a la ronda de los penales. Hoy todo es amargura en Holanda, mientras que las calles de Buenos Aires se llenaron para celebrar hasta altas horas de la madrugada la gesta, la vuelta a una final del Mundo después de 24 años.