Sobre leones, un genio y un sabio

En la opinión de Juan Butvilofsky, periodista argentino deportivo y conductor de Radio, se desató el lirismo luego del pase de la Albi a la final de Brasil. Juan trabaja con ESPN 107.9 fm

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Jugadores de Argentina celebran durante el partido de semifinales contra Holanda.

/ Foto Por Agencias

Por Juan Butvilofsky | Twitter: @JuanButvilofsky

2014-07-10 8:03:00

Mascherano debe ser el tipo que le hace el tratamiento anti age a Nacha Guevara, entre otras tantas cosas que leí por ahí. Una de las mil tomas de la televisión confirmó lo que yo intuía: a Robben, en la última acción del partido, le sacó la pelota con su tercer testículo. A partir de la prestación fundamental del capitán sin cinta, el líder moral (y futbolístico) del equipo, la Selección le ganó la pulseada estratégica al muy buen equipo holandés. Mascherano convirtió al plato fuerte del Mundial, al Robben implacable del Bayern Munich, en una gelatina sin sabor, un vaso de soda tibia. Masche arengó, chocó, jugó, se repuso de un nocaut (¡Salí de ahí, Maravilla!), le dijo a Chiquito que iba a ser Grande, y fue el único que, en vez de correr, cuando Maxi selló el pasaporte hacia el Maracaná, se desplomó, de cuerpo y alma, y reposó de rodillas, porque había escalado otra montaña.

Yo soy uno de los que creía que la única manera de encarar esta Copa del Mundo era a las piñas, con los cuatro talentos arriba. Las lesiones, los rendimientos desparejos y las circunstancias me enseñaron a entender a Sabella. La Pachorra del DT es un camuflaje. Es la paciencia que no tenemos, ni tienen los jugadores, para asimilar las cosas. Es sabio, Sabella. Yo lo admiraba por ser de elite y porque es buena persona. El GRAN DT subió otro escalón en mi consideración. Está allá arriba, Alejandro, con su mirada autocrítica, su nobleza, su gorra y su inmortal desmayo en cámara lenta.

Enzo Pérez se ganó un lugar en la final. Fue pulmón para todos, fue pase filtrado, fue gambeta vertical, y cuando fue reemplazado, nació la génesis del parto que sólo se acabo después de los terribles penales. Sergio Romero ya había aparecido cuando el equipo necesitó de su arquero; esto lo catapultó al cielo del Goyco. Garay se hizo indispensable por Demichelis, que se hizo indispensable. Rojo se hizo querible por su desparpajo. Zabaleta es un museo de recursos útiles. Biglia las pide, y la pone. Lavezzi es un estandarte físico. Pipita otra vez es Pipa. Volvió el Kun, y hasta embocó su penal caliente. Palacio vuela, apenas puede. Y todos suman. El TODO, la suma, la condensación de piernas y corazones es la marca registrada de este grupo indeleble.

Para Messi, siempre, un apartado. Si le vista la cara, sus expresiones, durante el desempate por penales, entendiste todo. Nunca antes en toda mi vida, y eso que lo miro siempre, y mucho, lo había notado así. Nunca antes en toda la vida se le notó tanto en el rostro el compromiso, y lo que pesa ese mandato popular. Si en ese instante le hubiesen secado la cara con un pañuelo, habrían gestado otro Santo Sudario. Messi sabe lo que se está jugando. A veces hace más leve el tránsito con la pelota, a veces desespera en círculos, a veces lucha aguantando. Pero está siempre. Y aunque no se luzca como en Cataluña, influye en todos y en todo. Por él, y por Mascherano, más que por ninguna otra cosa, imploro por un maracanazo.

Nos espera la Alemania perfecta. La que le hizo siete al triste Brasil del triste Scolari. Son todos Iván Drago, con talento desde el cinturón para abajo. Pero esa será otra historia. Hasta el domingo a las cuatro voy a seguir festejando. Y como les dije hace poco, primero a Sabella, a través de una carta abierta, y más tarde a los chicos de la Selección, hace unos días: GRACIAS, MUCHACHOS, para mí, para mí, eh! YA GANARON.