Día 1 - La luz que entraba por la ventana lo encandiló
cuando abrió los ojos. Los fue abriendo muy pausadamente.
La habitación era extraña y estaba vacía. No, no era su
dormitorio, no era su casa. Estaba conectado a un suero. Y
allí levemente recordó. Y entendió por qué estaba allí, en un
hospital.
Día 2 –No quería hablar. Solo respondía “si” y “no”, aunque
eran más los “no” que los “si”.
Día 3 – Su papá estaba sentado al lado de la cama. Cuando
todos creían que él estaba dormido, su padre lloraba y lo
consolaban.
Por primera vez acepta comer sin decir previamente “no”.
Comió y agradeció con un gesto. Le quisieron prender la TV,
estaban jugando Boca y San Lorenzo; pero se negó con mala
cara.
Día 5 – Se despierta con un grito. Llora. Su papá lo abraza
fuertemente y los dos lloran. “¡Perdoname!”, le susurra su
padre al odio, mientras entra su hermano menor y se suma al
abrazo. “No hay nada que perdonar”, son las primeras palabras
de Mauricio. Intenta sentarse, pero no puede. No tiene
fuerzas. Su papá Vladimir lo ayuda, pero tampoco tiene resto
físico. Se quedan mirando por unos momentos a los ojos, ya
sin llorar. Se perdonan en silencio.
-¿Me traes un libro?- le pide a su hermano Enrique.
– ¿Qué libro?
– Comprame uno que creas que me pueda gustar. Y no, nada de
fútbol. No quiero saber más nada con el fútbol.
Día 7 – Mauricio está a punto de terminar de leer
“Fantasmas”, de Paul Auster. Está intrigado sobre quién es
“Negro”.
“Lo sucedido no es realmente lo sucedido”, Auster le hace
decir a Azul; y Mauricio se aferra a esa frase. Pide un
cuaderno y anota la frase.
Día 8 -Enrique, me comprás otro libro, por favor.
Su hermano fue hasta el centro y le compró “El viejo y el
mar”, de Ernest Hemingway.
Día 10 - Mauricio sigue sin hablar mucho, pero lee. Su papá
se queda a acompañarlo todas las noches, le busca charla,
pero nada. Tampoco quiere que le prendan la TV. El médico le
comunicó que en dos días lo operarán. Su papá y él vuelven a
llorar.
Cuando se queda solo, vuelve a la lectura y cae en la página
64. Lee y se siente avergonzado.
“-Pero el hombre no está hecho para la derrota –dijo-. Un
hombre puede ser destruido pero no derrotado.”
Sigue leyendo, da vuelta la página y otra frase le pega una
trompada. “Es idiota no abrigar esperanzas”. Cierra el libro,
anota las dos sentencias, y apaga la luz.
Día 15 – La operación salió perfecta. Le van a dar el alta
en dos días. Ya leyó el libro de Hemingway. No pide que le
compren otro, ya que vuelve a leer “Fantasmas”, recordando
que en sus páginas advierte que “los libros hay que leerlos
tan pausadamente y cautelosamente como fueron escritos”. Sin
embargo, la relectura duró mediodía. Antes de que llegue la
noche lo van a visitar un grupo de amigos. Todos lo abrazan.
Él sonríe y celebra las anécdotas que cuentan. Hasta que Juan
pregunta:
-¿Y, crack, cuándo te volvemos a ver con la 5 en la espalda y
tirando caños en la cancha?
Silencio.
Un largo silencio.
Mauricio hace una mueca con la boca.
-En seis meses estoy de vuelta.