Si Ruben Israel hubiese estado, a muchos les habría dicho “antipatriotas” y “tóxicos”. El día que jamás se imaginó se vivió en Maryland. Los salvadoreños y los españoles vivían su fiesta, tenían cita con el fútbol. Pero los de corazón azul, no todos fueron fieles a ese color, y llevaron camisas, banderas, gorros de los clubes Real Madrid y Barcelona. Algunos otros se pusieron la camiseta española.
Fue un partido multicultural, se mezclaron los gustos, las preferencias. A veces era fácil distinguirlos, porque habían “españoles” de piel morena y bajos de estatura.
Pero fue una fiesta en paz, compartían y hasta se tomaban fotos. El hincha número uno de España, Manolo, llegó con su bombo y muchos hacían fila para tomarse una instantánea con él para compartirla en redes sociales.
El estadio de los Redskins, que tiene capacidad para 91 almas, apenas logró menos de 60 mil. Muchas butacas estaban vacías, en especial la zona alta.
Pero fue significativo encontrar salvadoreños que contaron que viajaron de todos los rincones. Los que más sorprendieron fueron los Bichos Unidos que viajaron más de 24 horas desde Dallas. Llegaron desde Nueva York, Boston e incluso desde Montreal y Toronto.
Hubo personajes del fútbol también. Hérbert “Junior” Flores, el jugador del Dortmund II, en compañía de su papá, Marvin Monterrosa, jugador de Metapán y quien pudo estar en estos juegos si no hubiese cargado una lesión muscular. Este último comentó “vine a ver a mis compañeros de Metapán y les deseo éxitos siempre en Selección. Estaba en Boston pero viajé ocho horas para poder estar aquí”.
La clase política no podía faltar. Dagoberto Rorres, cónsul general de El Salvador en DC. Dijo: “Para los que vivimos en Washington nos alegra tener esta fiesta deportiva”.
Los dirigentes estaban allí: Rafael Villacorta, José Vidal, Lisandro Pohl, Jorge Rajo,…
Los aficionados pusieron ambiente en el parqueo con platos de carne asada acompañados con arroz y chirmol más las infaltables tortillas tostadas. Había agua, soda y cervezas para los sedientos y ya en el partido la afición se identificó con la famosa ola, coreó El Salvador y se rindió también ante jugadores de España como Xavi Hernández. Ganó el espectáculo, ganó el fútbol y al final todos terminaron satisfechos.