El Salvador salió airoso de los dos partidos amistosos que la agenda, caprichosa e inoportuna, le puso en el camino en el peor momento de la última década. Jugar contra Costa de Marfil y España casi sin preparación, con 318 días de inactividad, con un entrenador nuevo y ante selecciones listas para ir al Mundial suponía un riesgo enorme. La posibilidad de hacer el ridículo estaba latente. Sí, ¿porque negarlo? Aquellos que pronosticaban dos palizas de antología tenían sus razones para sostener esa idea, y resultados como el Francia 8-0 Jamaica pueden justificar esa línea de pensamiento.
Pero no. El Salvador cayó 2-1 ante Costa de Marfil y 2-0 ante España, la campeona del mundo, a la que le aguantó 60 minutos sin recibir un gol. No solo no hizo el ridículo en ninguno de los dos partidos sino que cosechó algunos elogios de la prensa internacional, especialmente la española. Estas dos aceptables prestaciones tienen un significado moral muy grande en el proceso que acaba de comenzar. Recibir goleadas, aunque fuera lo normal por las condiciones que se dio el juego, hubiera entorpecido este inicio de la era Roca. Por lo contrario, estos dos juegos sirvieron para inyectarle confianza a los jugadores y también, no menos importante, a la afición.
¿Qué dejaron estos partidos? Las diferencias, a pesar de los marcadores, siguen siendo grandes. Pero quedó demostrado que con una extrema disciplina táctica, mucha concentración y algunas individualidades sobresalientes las brechas se pueden achicar. Lo mejor y lo peor de El Salvador se vio ante Costa de Marfil: un primer tiempo pésimo, donde fue imposible hilvanar tres pases seguidos; y lo más rescatable fueron unos 25 minutos del segundo tiempo donde tomó la iniciativa y logró hacer unos remates a marco.
Contra España, en cambio, el equipo casi nunca se salió del libreto de cuidar hombres y espacios y le funcionó. Por momentos eran 10 los hombres que defendían dentro del área propia, pero así lograron incomodar a todo aquel que llegara con el balón. El Ruso Flores y Arturo Álvarez, solidarios como pocos, la mayor parte del tiempo jugaron de laterales para cubrir las bandas. Claro, el resultado fue no haber generado ni una sola ocasión de gol (no cuenta el error de Sergio Ramos que corrige Casillas) y un solo remate, el tiro libre de Larín desde casi 40 metros.
Fue impresionante el sacrificio de Rafa Burgos peleando solo contra el mundo y desconcertante la actuación de Darwin Cerén, de los que más corrió y de los que menos tocó la pelota. E impecable Henry Hernández, que con sus atajadas fue el mejor hombre del campo y se ganó la titularidad para los partidos futuros. Tremenda responsabilidad la de atajar en un partido así, cuando sabes que te expones al ridículo de que te metan una catarata de goles en vivo para medio planeta pero también la posibilidad de mostrar tus aptitudes. A Hernández le tocó lo segundo y seguramente algún agente o algún club europeo pregunte por él, porque como escribió Juanma Trueba, subdirector de AS, “Henry se ganó un contrato en Europa”.
La mayoría de los jugadores -casi todos excepto Darwin Cerén- fueron a cambiar camisas con los españoles. No lo veo mal, para nada. No vi a nadie pedir la camisa en el medio del juego, lo cual sí hubiera sido reprochable. Lo hicieron después, en el túnel o en la puerta de los camerinos. Es normal, no todos los días se juega contra sus propios ídolos a los que ven por TV. Es parte del premio, es un recuerdo imborrable de ese juego histórico ante los campeones del mundo. Además, como si fuera poco, la camiseta de España llevaba bordada la leyenda “España vs. El Salvador, 7-6-2014”. ¿Cómo resistir esa tentación? Alguno sugirió que los salvadoreños debieron haber guardado su propia camisa como recuerdo en vez de ir a pedir la del rival. Algo de razón hay, pero los equipos de elite eso lo resuelven muy bien. Primero cada jugador dispone de varias camisetas para regalar, y además normalmente se cambian la camisa en el medio tiempo y esa siempre le queda al jugador.
En síntesis, estas dos actuaciones -en las que no se celebra la derrota pero sí la actitud y el orden táctico- traerán algo de paz, algo de tranquilidad para trabajar en los próximos meses. Eso es muy bueno. Casi nadie esperaba mucho de esta Selecta renovada y el balance es positivo: se consiguió más de los que todos suponían. Ahora el reto será verlos ante selecciones del área, donde para lograr un aprobado no bastará con defender bien ni con perder dignamente. Ese es el desafío de Albert Roca.