El verde por todos lados. Han llegado de Monterrey, del DF, de Puebla, de Tijuana. Muchos, incluso, desde Estados Unidos. Los mexicanos llegaron por miles al Fan Fest de Sao Paulo, ubicado en el sector céntrico de la ciudad, en el parque de Anhangabaú.
Se hincaron cuando los goles no caían, bajaron santos, tomaron cerveza, insultaron de cul… ro para arriba al árbitro por los goles anulados, cantaron "Cielito Lindo" decenas de veces, gritaron el "eeeehhhhh… p… to" cada vez que hubo un despeje del arquero, como suelen hacer en el Azteca. Lo gozaron.
"Si hacemos un partido con inteligencia, lo sacamos. Hay que lograr un marcador por lo menos de 2-0", decía Pablo, del DF pero radicado en Monterrey, antes del partido. "Es que en los siguientes juegos tocan Brasil y Croacia, que están jugando bien y México no. Así que hay que ganar un 2-0, 3-0 para agarrar confianza", se animó.
Julius, un camerunés radicado en Washington, no estaba de acuerdo. "El marcador será Camerún 3-1 México. Los leones indomables llegarán muy lejos, arriba de cuartos de final", vaticinó.
El gol de Oribe Peralta despertó la locura en Anhangabaú y aparecio el cántico de guerra: "¿Y dónde están, y dónde están, los camarones que nos iban a ganar?", gritaban los aztecas, envalentonados. Ya se les olvidó lo que sufrieron en la eliminatoria de Concacaf… Qué importaba, lo disfrutaron con máscaras de luchadores, con disfraces del Chapulín Colorado, con sombreros de charros, con cartones del conocido "'Viva México, cabrones".
Después llegó el turno de los holandeses. Platicamos con dos: Carlos, holandés radicado en Perú por los últimos 35 años, y Nico, oriundo de la ciudad caribeña de St. Martin, territorio holandés. Sus pronósticos fueron precavidos. No imaginaban que la "Naranja Mecánica" humillaría a la campeona del mundo.
"Será duro, pero creo que la venganza es necesaria y pasará hoy", anunció Nico. "Hace cuatro años, en la final, Holanda jugó muy bien. Espero que lo haga de nuevo y que haga un buen partido", se conformaba Carlos.
Ambos se unieron en saltos de locura en cada uno de los cinco goles que les regalaron Robben, Van Persie y compañía, en una jornada inolvidable para los herederos de Cruyff. La fiesta fue naranja, y aunque no eran muchos holandeses en el lugar, los mexicanos no tuvieron problema en unirse a la fiesta. Y esto recién empieza, señores.