Fiebre amarilla

La afición colombiana hizo suyo el Mineirao. Minas Girais vivió una explosión de fiesta cafetera  

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Los aficionados colombianos salieron airosos del estadio Mineirao. Hubo danza por el triunfo de su selección.

/ Foto Por EDH/Agencia

Por Carlos López Vides

2014-06-14 3:53:00

Cuando las pantallas gigantes anunciaron a los 11 titulares del equipo de Pekerman, uno a uno fue aplaudido con rabia. El mayor aplauso se lo llevó el número 10, James Rodríguez, el hombre del Mónaco, el llamado a conducir los hilos del equipo cafetero. Cumplió, y como equipo le regalaron a sus cerca de 50 mil paisanos una fiesta inolvidable.

Atrás quedaron las peripecias de estos hinchas para llegar aquí. La Policía cerró los alrededores del Mineirao para evitar protestas, y como no llega estación de metro inmediata al lugar (como sí ocurre en Río o Sao Paulo), la fanaticada tuvo que caminar más de un kilómetro para luego comerse el sol y la espera. Y desde la noche antes, decenas de colombianos optaron por dormir en los buses que viajaban desde Sao Paulo, Río y otras ciudades, con tal de llegar temprano a Belo Horizonte, tipo 7 a 8 a.m., y ser parte de la fiesta. Entre seis a nueve horas metidos en el bus. Y qué.

Lo importante para cualquier colombiano fue estar presente en el Mineirao y disfrutar cómo Colombia volvía a una Copa del Mundo tras 16 años de ausencia. Así nos lo explicó John Domínguez, de Bogotá.

“Yo tuve suerte, pagué 700 dólares por los tres partidos de fase de grupos con el sistema de FIFA. Pero me habían rechazado en los dos primeros intentos. Luego pagué un boleto aéreo de mil dólares, sentí que barato pero con muchas escalas, Bogotá-Lima-Sao Paulo-Belo Horizonte, un viaje de casi 24 horas. Pero claro que eso no importa, sino estar aquí”, contó John, feliz en el Mineirao junto a sus amigos.

En las gradas, el símbolo del equipo pero lesionado, “el Tigre” Falcao. Algunas figuras entre la tribuna de prensa: Faustino Asprilla, Juan Pablo Ángel, Jorge Bermúdez y el brasileño Roberto Carlos.

“Oe oe, oe oa, Colombia ganará”, se escuchaba, aunque bajaba el tono cuando Kone ablandaba a James, que se resentía, y Pekerman salía a consultar si su 10 estaba bien. Rodríguez renqueó un rato y se recuperó. Sería el MVP del juego.

Mientras, la afición colombiana continaba su carnaval casi privado, se inventaba la ola en suelo ajeno y disfrutaba de los sombreritos de Teo y las diabluras de Cuadrado. Y cuando los sudamericanos no tenían la pelota, todo era una lluvia de abucheos contra los griegos.

“Creo que el 3-0 no es una vista real del partido, merecimos hacer al menos un gol. Si hacemos un gol, no sé qué habría pasado. El 3-0 es un resultado que no merecimos. Sabíamos que tenían a 50 mil aficionados en las gradas”, lamentó Kone, uno de los que más luchó en el bando europeo.

Es que ese “jugador número 12” pesó ayer en momentos clave. Como cuando Armero defendió con el pecho un ataque helénico y le pidió reacción a la gente, que no se callara, que siguiera alentando. O para animar a Teo Gutiérrez, a pesar de su ceja sangrante.

Y hubo un héroe silencioso, el meta David Ospina, quien hizo al menos tres atajadas importates, como un gran disparo de Kone que tapó en gran forma el del Nice francés. El “Os-pi-na, Os-pi-na” retumbó en Minas Girais.

Terminó el partido con el 3-0, cada gol fue un grito de orgullo de una Colombia que se siente mundialista una vez más, y la cumbia se soltó en el Mineirao.