Hay una frase trillada dentro del fútbol: “Los cracks son así: pueden estar desaparecidos todo el partido, pero tienen una y la mandan a guardar”. Aplica casi perfecto para lo que hizo Messi ayer. Solo que tuvo tres y la frialdad de definir la última, al 90?, en su ya clásica galopada dejando rivales y su frío zurdazo pegado al poste de la meta contraria. En este caso, la meta de una guerrera y orgullosa Irán, que dio enorme pelea a la favoritísima Argentina en el Mineirao.
El portugués Carlos Queiroz, técnico de los iraníes, dispuso un 4-5-1 que se convirtió en un mar de piernas rojas donde el 4-3-3 de Sabella naufragó una y otra vez, sin encontrar una rendija para poder pasar. Y cuando por algún chispazo individual o una jugada a balón parado lograron un callejón, ahí estuvieron los guantes del meta Haguighi. El humild arquero del Sporting Covilha de Portugal ante la armada de estrellas gauchas.
Sabella abandonó la línea de cinco atrás, exhibida (y harto criticada) ante Bosnia, y planteó un juego ofensivo. Pero, ya al minuto ocho, el DT gaucho miraba al piso y cruzaba los brazos, inconforme, una imagen que se repitió en toda la primera mitad. Su equipo estaba espeso, incómodo, amarrado; Irán, sacrificado pero a lo suyo, metido en su mitad de campo y a destruir, destruir y destruir.
Lo único que podía destrabar el juego era algún chispazo individual. Y hubo algunos. Agüero al 11?, que se quitó a tres con un giro de 360 y la dio a Messi, pero le machucaron el disparo. Dos minutos después, pase profundo de Gago a Higuaín, que probó en el área pero Haghighi le dijo no al jugarse el físico.
Luego, dos acciones de Di María. Sintomáticas. Al 22?, dentro del área, tocó para Higuaín, quien dio para Agüero, el 20 tiró pero el meta iraní tapó a una mano. Pero luego, al 29?, “el Fideo” sacaba un centro a la nada y para nadie desde la izquierda, y se rascaba la cabeza…
Así estaba Argentina, deslucida, sin ideas, sin chispa. Tuvo un par de tiros libres al cierre de la primera etapa, pero los desperdició siempre. Cobro con susto de Messi y cabezazo arriba de Garay. Nada más. Los de Sabella se tuvieron que comer una rechifla al marcarse el descanso. No estaban mostrando su cartel de grande.
El mismo juego gris de Argentina continuó en la segunda mitad, aunque ahora con un ingrediente extra: Irán comenzó a atacar. Los asiáticos se la creyeron y empezaron a hacer ver mal a la poderosa Albiceleste, que se salvó con gran tapada de Romero al 53?, cuando Shojaei rompió en contra y Ghoochannejad quemó los guantes del meta sudamericano con balón de testarazo.
Y al 53?, hubo una jugada que Queiroz y medio Irán interpretaron como penalti, cuando Zabaleta pareció hacer contacto con Dejagah dentro del área, al limpiar un balón. Los iraníes casi se comen vivo al serbio Milorad Mazic, pero el referí jamás cambió de opinión.
Irán entró en cólera y el partido se rompió. Ahora era Argentina la que retrocedía. Al 64?, tiro de Haji Safi, peligroso pero desviado por Gago. Córner. En el cobro, la bola quedó suelta en el área, con el corazón de la afición gaucha en un hilo, hasta que Gago despejó sobre lo justo. Y al 66?, cabezazo de Dejagah que Romero desvió “con las uñas”.
Argentina la pasaba mal. Ya no era un bache, era un océano de dudas. De repente, el partido estaba al revés: Se veía un Irán ambicioso y una Argentina a la contra, solo con Agüero en punta. Para no creer.
Sabella aguantó hasta el 77? para hacer doble cambio: Puso a Lavezzi y Palacios en lugar de Di María e Higuaín, para refrescar el ataque. Funcionó muy poco, aunque al menos Irán retrocedió unos metros, precavido ante las nuevas piernas en la ofensiva rival.
Así y todo, Irán tuvo para ganar el partido al 89?, en una gran jugada de Jahan Bakhsh (entró de cambio) por banda izquierda, quien puso el balón a la espalda de Mascherano para Ghoochannejad, pero de nuevo apareció Romero para salvar a Argentina.
El 0-0 parecía de hierro, y hasta justo. La Albiceleste no había hecho méritos para más. Pero Messi es Messi. En uno de los pocos pispileos de la media iraní, justo al 90?, el crack del Barcelona la recibió, dominó, devoró metros y rivales y le pegó ese zurdazo imposible que ya todos conocemos. Gol, tres puntos, clasificación albiceleste y el Mineirao casi se cae por el festejo de los miles de argentinos presentes. ¿Messidependencia? Los números son fríos: Messi lleva dos goles en dos partidos, y han sido decisivos para que Argentina, por ahora, ya esté metida en octavos de final.