El centro histórico de Belo Horizonte sufría, hace algunos años, los mismos síntomas que nuestra capital: ventas ambulantes, desórdenes, calles tomadas, delincuencia, narcomenudeo… Era un caos y las bellezas arquitectónicas y plazas del lugar quedaban ahogadas. ¿Suena parecido a nuestra catedral metropolitana y alrededores, no? Pues aquí tomaron la decisión de reformar el problema. Construyeron cuatro centros comerciales para que los vendedores tuvieran puestos dignos, completos, con vigilancia y estacionamiento.
Las personas, que estaban acostumbradas a comprar en la calle, gustosamente ingresaron a este sistema, pues el mismo los compensa con orden, parqueo, seguridad y buenos precios. Las vías se fueron ordenando y limpiando poco a poco, y en apenas dos años pasaron al gran ambiente que luce hoy esta ciudad simbólica del estadio de Minas Gerais. Y los vendedores, felices, porque venden más.
Otro tema era el transporte. Lo resolvió la prefectura de la ciudad (como la alcaldía, no el Gobierno), que maneja un sistema de buses llamado MOVE, que funciona con tarjetas electrónicas cuyo precio por viaje es de 2.85 reales (más o menos $1.40). Las unidades del MOVE circulan por las principales vías de la ciudad en carriles de uso exclusivo, lo que libera el tráfico y ahorra tiempo a los usuarios.
Hay aire acondicionado, asientos cómodos, puntualidad y eficiencia. Y para llegar a más barrios o colonias, hay buses que llaman “suplementarios”. Pasaje: $2.05 reales ($1.0), y siempre buenas condiciones. Ejemplos de buena gestión que valdría la pena imitar.