CURITIBA. Forzada por su gris comienzo, la selección rusa que dirige Fabio Capello está obligada a vencer a Argelia para pasar a unos octavos de final que son el objetivo mínimo del país que acogerá el próximo Mundial.
Después de 12 años ausente, tras superar la fase de clasificación europea por delante de la selección portuguesa de Cristiano Ronaldo, el equipo de Capello había despertado enormes expectativas en su afición. Un 25 por ciento creía que podía ganar el título, algo que, por lo mostrado hasta el momento, parece imposible.
El empate ante Corea del Sur(1-1) y la derrota frente a Bélgica (1-0) han puesto al técnico italiano en el centro de las críticas, acusado de ser muy conservador.
A Capello se le recrimina que no utilice a Alan Dzagoev ni al exsevillista Alexander Kerzhakov. Al primero, un proyecto de estrella que no acaba de despegar, tan solo le dio media hora de juego contra los coreanos y siete minutos en el Maracaná frente a Bélgica. El segundo, el máximo goleador histórico de la selección (26 tantos), sigue siendo un revulsivo de última hora.
Kerzhakov podría entrar en el equipo en lugar de Alexander Kokorin, el atacante de 23 años, ídolo en el Dinamo de Moscú, que se ha convertido en la gran decepción rusa en el Mundial.
El equipo de Capello necesita el gol, porque con un punto en tres partidos no le sirve más que una victoria, pero hasta el momento el técnico ha recurrido a la mala suerte -el error del meta Igor Akinfeev ante Corea y el tanto encajado en los minutos finales frente a Bélgica- para justificar el pobre bagaje de su equipo.
Argelia se mueve al ritmo de Sofiane Feighouli, y con la grata sorpresa de Islam Slimani, quien en el segundo juego hizo un gol y asistió dos más.
A Argelia le podría bastar el empate, pero su técnico bosnio, Vahid Halihodzic, quiere redondear una primera fase casi impecable, con un juego ofensivo que a punto estuvo de sorprender a Bélgica, y le puede llevar a los octavos por primera vez en su historia.