La huella de Niemeyer

Belo Horizonte esconde la joya de uno de los arquitectos brasileños más influyentes de la historia

descripción de la imagen

El legado de Niemeyer en Brasilia, capital de Brasil. Foto EDH

/ Foto Por Carlos Vides

Por Carlos Lípez Vides, enviado especial a Brasil | Twitter: @celvides

2014-06-26 7:47:00

Óscar Niemeyer (Río de Janeiro, 1907-2012) fue un arquitecto genial. Rompió esquemas al enamorar con la línea curva en sus creaciones, y llegó a decir que “lo que me atrae es la curva libre y sensual, la curva que encuentro en las montañas de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer preferida”. Logró fama mundial por planificar arquitectónicamente lo que hoy es Brasilia, la capital del país, además del edificio de las Naciones Unidas, en Nueva York.

Pero, antes, un joven Niemeyer creó sus primeras joyas en Belo Horizonte, en 1940, cuando conoció al alcalde de la ciudad, Juscelino Kubitschek. Y una de ellas, de las más reconocidas, es la Iglesia de San Francisco de Asís, en Pampulha. Es un templo impresionante, curvilíneo, único, allende a un lago que ofrece una belleza paisajística invaluable. Dinámica, sinuosamente elegante, esta iglesia es un ícono de la ciudad minera. Sus líneas, por ejemplo, fueron incluidas en el póster oficial de la ciudad para Brasil 2014, donde también aparece el Mineirao, obra del genial Niemeyer.

En el interior del templo, donde no permiten tomar fotografías, hay azulejos y pinturas del artista paulista Cándido Portinari. Belleza visual y respeto religioso en equilibrio. 

Después Niemeyer coronaría su carrera a nivel internacional y se convertiría en uno de los personajes más influyentes de la arquitectura a nivel global. Pero aquel templo en Pampulha, aquel donde probó que quería crear algo distinto, sigue siendo testigo mudo del coraje por arriesgarse a ser creativo. Un honor haber estado ahí.