Estimado Paolo. Soy regular lector de sus columnas, le confieso. Algunas me han hecho reír, otras indignar por ciertos párrafos o ideas, pero ninguna me ha causado mayor sorpresa que la publicada el sábado 28 de junio y titulada “Carta a Luis Suárez”. Y el motivo de mi asombro es el absoluto desconocimiento con el que usted trata el tema de su artículo. Si así escribe también las cartas sobre política, permítame desconfiar de las mismas ya que no tendrían un mínimo de seriedad.
Me veo en la necesidad de responderle por ciertas inexactitudes que tiene su carta y la terminan transformando en infame. Pide que la Federación Uruguaya y su técnico sancionen a Suárez en vez de defenderlo, sin tener la mínima idea de cómo se maneja un equipo ni conocer la historia de Suárez en su Selección. También lo acusa de ser el culpable de la eliminación cuando el fútbol es un deporte de equipo.
Permítame recordarle también que la FIFA no actúa de oficio casi nunca. No lo hizo en este Mundial con algunos codazos descalificadores (por cierto, mucho más peligrosos para el rival que la acción de Suárez). Tampoco lo hizo en la historia, por ejemplo en aquel bochornoso “pacto del Molinón” del Mundial 82, donde Alemania y Austria amañaron un partido a la vista de todos perjudicando a Argelia. Aquel hecho vergonzante, le dio la clasificación a Alemania y quizá usted hasta la haya festejado. Déjeme decirle que hoy, 32 años después, nadie ha sido sancionado ¿Y la FIFA? No, Paolo, con los poderosos no se mete. ¿Le suena?
Usted menosprecia el sentimiento de todo un pueblo, el uruguayo, desde un púlpito moral parecido al de la FIFA. Déjeme contarle que la historia de Luis se hizo de goles, sacrificios, luchas desiguales, amor. Quizás por eso tiene tanta resistencia. Piénselo. La gente no es tonta y tal muestra de cariño no es para cualquiera.
En su carta, Paolo, exige que Suárez pida disculpas. También pídalas usted por esta carta. Y de paso revise su ortografía, no le vendría nada mal, para no confundir “voz” con “vos”, por ejemplo. Para completarla, también acusa al presidente Mujica, alguien que no ha perdido su sensibilidad a pesar de su cargo, de “hacer el ridículo” por defender a su jugador y a los pibes uruguayos contra el poder de la FIFA, y la presión mediática inglesa e italiana, clave para tan desmedida sanción. Aquí, y con todo respeto, el único que ha hecho el ridículo es usted, con semejante columna.
No estaría mal que reflexione volviendo a cocinar salchichas. Por cierto, las hacía muy bien.
Atentamente, le saluda Gustavo.