Una de las discusiones del fútbol es por qué a un equipo se lo llama “grande”. Algunos sostienen por el peso de su historia, otro contabilizan los títulos ganados y muchos opinan por la cantidad de gente que lleva dicho equipo, y en otros países por sus socios. Sea por lo que fuera, la “grandeza”hay que demostrarla año a año, torneo a torneo, partido a partido. En El Salvador, de los cuatro denominados “grandes”, en este Clausura 2014 dos fracasaron y uno descendió y solo FASsostuvo ese rótulo dentro del campo de juego, al menos en la fase regular del torneo.
Lo de Firpo se explica desde la concepción de un equipo que sufrió el golpe de los suspendidos por amaños, nunca tuvo juego y careció de alma (ayer se evidenció de manera notable). A veces, para avanzar, se debe retroceder un paso. Firpo quizás pueda resurgir a partir de este trago amargo que debe afrontar también con grandeza y su afición vuelva a acompañar al equipo como alguna vez, allá lejos en el tiempo, lo solía hacer. Ha pasado en otras latitudes: nunca es tarde para volver a ser.
Alianza llegaba con esperanzas de la mano de un ícono de la institución y terminó igual que el torneo pasado: sin semis y con el presidente apuntando (y separando) a los jugadores. De Águila solo se puede decir que un equipo que tiene tres técnicos en un torneo (en este caso de apenas 18 fechas), generalmente lo paga muy caro. Esta vez, no fue así por el enorme declive de otro grande.