La casa cumplió

Opico sufrió. Fue del infierno al cielo, con la paridad. Pintó todos los sectores de rojo. Fue un orgullo local.

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La afición del Juventud Independiente y la de Metapán se comportaron a la altura y vivieron un gran partido de fútbol. Foto EDH

/ Foto Por Douglas Urquilla

Por Varinia Escalante | Twitter: @Vsklat

2014-05-11 10:55:00

SAN JUAN OPICO. Fiesta en casa propia. Por fin. La afición de Juventud Independiente pudo vivir, de una vez por todas, la magia de las semifinales en su propio pasto. Con su calor, con su ambiente, en su pueblo. Propia.

Es que, si la tercera era la vencida, su tercera cita en segunda ronda en un torneo tenía que ser en Opico. Y así la escribieron los opicanos, con pinta roja, con sus cantos de “yo te sigo a todas partes a donde vas”, frase que en esta ocasión se hizo real al vivirla en el Complejo, que terminaron por llenar casi completo.

Pero fue difícil para los hinchas locales superar, anímicamente, el estar en desventaja en el marcador (0-2). Muchas caras tristes y gritos de desesperación aparecieron después de que el metapaneco Héctor Ramos los estaba ahogando con su doblete. Sin embargo, el tradicional “¡Juve, Juve, Juve!”, con palmas incansables, no paraba de sonar. 

Y, poco a poco, fueron reponiéndose y volvieron a la vida, a la esperanza, a la ilusión, cuando Jesús Toscanini empezó el camino de la recuperación con el descuento.

De nuevo, el personaje del técnico Albert Roca acaparó la atención, por varios minutos. Y más de algún seguidor local le gritó que prestara atención a los jugadores arqueológicos para la Azul y Blanco.

Pero si los locales fueron mayoría, los jaguares no se quedaron atrás. Pocos, pero bulliciosos. Se hicieron notar cada vez que alentaban “ahí, ahí, ahí está el campeón”, al unísono la consigna para el actual monarca, que quiere revalidar el título.

Una inconfundible pancarta rezaba “Furia calera”, una “furia” que se hizo sentir desde las gradas cuando Metapán tocaba el balón, cuando atacó, cuando se defendió. Pero explotó en felicidad cuando golpeó dos veces. Aunque también terminaron resignados con el empate.

Sin duda, la presión opicana en cada palabra de aliento llegó desde el corazón, para que ese fortín de su campo valiera la pena en el camino al partido de vuelta, y en el ansia de llegar a su primera final.

Y así fue, apoyo con el alma, con música y con palabras, bajo el sol, con cielo nublado, pero a su estilo. Todo para que la fiesta sí fuera de Opico.