Una típica final

Durante toda la semana, varios periodistas -entre ellos dos compañeros de El Desempate- sostenían que la “gran” final del fútbol salvadoreño iba a ser un buen partido

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La final entre Metapán y Dragón fue definida por medio penaltis.

/ Foto Por Omar Carbonero

Por Claudio Martínez - Twitter: @martinezchino

2014-05-26 8:07:00

Durante toda la semana, varios periodistas -entre ellos dos compañeros de El Desempate- sostenían que la “gran” final del fútbol salvadoreño iba a ser un buen partido. Nunca tuve claro sus argumentos, pero supongo que se trataba de una visión optimista de las cosas: dar un señal positiva, enviar un mensaje políticamente correcto, quizás tratando de captar espectadores para que el Cuscatlán no luciera tan vacío. Como diría Raúl Beltrán Bonilla en una de sus frases más célebres, “¿Por qué mentir? ¿Por qué querer engañar?”.

Yo, en cambio, que paradójicamente cargo con el mote de “vendedor de humo” y “profeta de falsas ilusiones”, dije que esperaba un mal partido. ¿Por qué? Porque en general las finales, pero por sobre todo en fútbol salvadoreño, son pésimamente jugadas. Es una tradición con escasas excepciones. Entre los temores, los nervios y los esquemas conservadores, acaban siendo partidos “muy tácticos”, forma elegante de llamar a los juegos cuando nadie da tres pases seguidos, son aburridos, los jugadores se sacan de encima la pelota y son demasiado precavidos a la hora de atacar.

La gran final fue simplemente la final. Con otro juego olvidable, que incluso sumó bastante preocupación al seleccionador Albert Roca, que ya había asistido a los cuatro partidos de semifinales. Es cierto que en el tiempo extra hubo algo de emoción, pero no goles, porque Meme González, portero de Dragón, tuvo tres tapadas muy buenas. Y el resto del show lo condimentó la definición desde los doce pasos, que le aportó una buena dosis de suspenso.

Pero en general, el partido fue de mediocre a malo, como en el 80% de las finales aquí. Al menos esa mi opinión. Pero todo es subjetivo, porque seguramente habrá a quien le pareció maravillosa y se respeta. De hecho, Nelson Ancheta, entrenador de Dragón, piensa diferente: “Tenía ratos de no ver una final así, con dos equipos saliendo a proponer fútbol”, dijo.

 A los que sí les importará poco el modo es a los jugadores de Metapán, que celebraron en grande el título, el noveno de la institución. Estuvieron más cerca de ganarlo en los 120 minutos -dispusieron de más ocasiones-, pero tuvieron que sufrir hasta el final con los penales para sumar una nueva consagración. De Metapán sigo pensando lo mismo que hace seis meses escribí en un artículo llamado Equipo grande, equipo chico, solo que ahora el equipo está algo más compacto. Igual entiendo: los entrenadores arman sus equipos para ganar -o en todo caso para evitar que le ganen-, no para dar espectáculo.

 Quizás el otro secreto de Metapán es que juega sin presión, y eso normalmente puede llevar a dos caminos diametralmente puestos. Uno, el de relajarse. Dos, el de liberarse. Para el equipo del Zarco Rodríguez -dos torneos completos, dos títulos- aplica la segunda. Saben que si no salen campeones no pasará nada, son conscientes que en la última década han hecho lo que jamás imaginaban… Precisamente por eso, juegan sin esa carga que a veces acaba por condenar a los equipos más populares. Dragón tampoco tuvo esa carga y siguió siendo ese equipo guerrero que lo caracterizó todo el torneo y su subcampeonato es para aplaudir. Sin embargo, la final fue de escasísimo nivel técnico, con pinceladas del Ruso Flores y dos porteros que estuvieron muy acertados. Nada más.

Para la próxima final, a la que no sé quiénes llegarán, pronostico otro mal partido. Sí, volveré a ser realista. Solo espero que esta vez me equivoque.