SAN SALVADOR. Es cierto que el Coloso de Monserrat no se llenó hasta las banderas, y que estuvo, a lo mucho, a un 50 por ciento de su capacidad. Pero igual las aficiones de Metapán y Dragón vivieron su final con tremenda intensidad, con cánticos y alaridos de sufrimiento por los intentos que dejaron ir los jugadores de ambos lados, por los penaltis fallados, los atajados… y fueron los fronterizos los que disfrutaron el grito final.
Fue cuando “Caballito” Álvarez la mandó al fondo y corrió a gritarlo con locura junto a la ya desquiciada afición calera en el sector sur de sol general: Álvarez se quitó la camisa y se prendió de las mallas, mientras sus fanáticos, también desenfrenados, no encontraban con qué forma de grito expresarle ese enorme sentimiento: Gracias.
Antes de ese momento de gloria, y a diferencia de finales anteriores, con personas de las barras de FAS, Firpo, Alianza o Águila como protagonistas negativos y hechos de violencia, este partido por el título del Clausura 2014 se jugó con excelente ambiente deportivo en los graderíos.
A las 2:40 p.m., en medio de los 25 metros de seguridad que estableció la Policía entre ambas barras, justo en medio de sol general, sí hubo algunos gritos de provocación, pero no pasaron a más. Y cinco minutos después, algunas patadas “como broma” entre las mascotas de los dos equipos, incluido un desleal empellón del “Chacal verde” al jaguar, por la espalda…
Cuando faltaban minutos para el pitido inicial, la atención varió en platea porque apareció “el Mágico” González para saludar, por cortesía de una empresa de bebidas. Hubo fotos, sonrisas, algunos autógrafos… pero el máximo ídolo de la historia de nuestro fútbol se fue rápido, porque hubo mucho jaloneo y empujones por parte de algunos hinchas. Jorge se incomodó un poco y, siempre cortés, prefirió abandonar el lugar.
Ya con la bola en juego, el calor se hizo sentir y los que buscaron hidratarse pagaron $1.50 por gaseosa o agua, y $3.50 por cerveza en vaso. Ante un partido trabado y tenso, en las gradas la tensión subía y hubo buena venta.
Algunos preferían ver cómo reaccionaba Ancheta en las gradas; otros, cuando llegaron los penaltis, prefirieron cerrar los ojos y rezar… la fortuna dictó sentencia y la fiesta se fue, otra vez, al Occidente.