San Miguel era un hervidero. Esta vez no por el clima, ni por jugar en la tarde. Fue un domingo de mucha cólera.
El estadio no estuvo lleno, parte de su afición no cumplió el llamado de volcarse para alentar a su equipo y pintar de negro y naranja esas gradas.
Los fieles no faltaron, los de las barras organizadas. Casi una hora antes del partido hubo una marcha pacífica de la Inmortal 12 en protesta por el fallo del Tribunal Disciplinario y por eso dejó ver pancartas con los siguientes mensajes “los puntos se ganan, no se lloran Lisandro Pohl”, “desde niños exigimos respeto”, “fuera corruptos e incapaces”, “exigimos la renuncia de Méndez” y “Fesfut = amaños”.
Ya en el partido alentaron a morir a su equipo pero gritaban que le pusieran huev… Eso sí la presión fue tal que al término del primer tiempo se dejaron escuchar varios silbidos en contra de sus jugadores porque Marte los estaba retratando en pintura fácilmente con un 2-0 que se mantendría hasta los 90 minutos.
La ansiedad creció y un aficionado insultó a uno de los líneas y en el sector popular se vio una lluvia de bolsas con agua sobre los jugadores marcianos.
Los mismos que intentaron avivar a su equipo fueron a encontrar a los suyos a la entrada principal del estadio. Pero por seguridad el portón se cerró para evitar un episodio de violencia como en el Cuscatlán.
Lo penoso fue ver a los agentes de la policía con desplicencia, sin deseos de actuar o de rodear a los aficionados que estaban frustrados por una derrota que los deja todavía complicados con el tema del descenso.
Con el sonido de los bombos y las gargantas había un buen número de hinchas molestos. Primero salió el bus del equipo visitante pero no los provocaron pero cuando los jugadores y cuerpo técnico salieron del estadio, luego de casi media hora de espera, les gritaron “vamos equipo, pongan huev…”, “este juego lo tenían que ganar”, “qué les pasa cabr…”, “tengan más actitud y amor a la camiseta”…
Por suerte no patearon ni apedrearon los vehículos de éstos. Pero quedó esa sensación de que pudo ser una despedida peor, con la sangre caliente y sin razonamiento.