los 15 años comenzó a bregar en el fútbol federado. Cuando cursaba séptimo grado fue inscrito en el Club Atlético San Nicolás, de su querido Tonacatepeque, y desde ahí comenzó a forjarse un nombre y una carrera que le dejaría muchos y bonitos recuerdos. Allí, en su querido “Tonaca”, comienza la historia de Carlos Edilberto Melara Sánchez, “El Chele” Melara para los amigos.
Fueron cuatro años los que jugó en el San Nicolás, mismos que le sirvieron, a los 19 años, para ganarse una media beca para estudiar en la Escuela Normal de Maestros “Alberto Masferrer”.
Con la selección de la “Normal” ganó dos campeonatos estudiantiles, lo que le valió para que el recordado entrenador Marcelo Estrada lo observara y se lo llevara a entrenar con el Quequeisque de Santa Tecla.
Comienza la aventura
El mismo maestro Estrada le consigue trabajo en Santiago Texacuangos como profesor y también lo coloca en aquel gran equipo que se formó en el popular barrio capitalino Santa Anita, aquel combinado que fue conocido por muchos como “La barriada alegre”, en ese entonces militaba en la Liga Mayor “B”.
En el Santa Anita, aquel delantero goleador que deslumbró en el San Nicolás fue convertido por Estrada como volante en los dos torneos que jugó con el equipo, en 1963 y 1964.
Allí coincidió con Cayito Mejía, Lulo Vásquez y Güisquil Vásquez, entre otros.
Fueron los mismos directivos del Santa Anita quienes lo ubicaron en el plantel de la Liga Mayor de la Universidad de El Salvador (UES), pero no logró hacer realidad su sueño porque no pudo ser inscrito por motivos personales. Luego intentó con el Atlético Marte, pero tampoco logró jugar en Primera.
Un año después sí concretaría el sueño de ser jugador de Primera. Fue por invitación de Andrés “Doctorcito” Huezo que llegó al Atlante, la escuadra de la Guardia Nacional, en la que estuvo hasta 1972, y en la que se transformó para siempre en el volante izquierdo más versátil de la época.
Con el Atlante sufrió su primera decepción, en 1967, al bajar a la categoría de Ascenso, pero fue momentánea, pues un año más tarde logró ascender a Primera, y de manera invicta.
En el equipo de la Guardia Nacional fue dirigido, aparte de Estrada, por Chepito Santa Colomba, Gregorio Bundio, Javier Mascaró, Mario Osorto, entre otros.
En 1977 regresó a sus orígenes, a su querido San Nicolás, al que ayudó a ascender a la Liga Mayor “B” para despedirse del fútbol federado un año después. Se fue al balompié no federado hasta que se retiró definitivamente, en 2010, después de practicar por muchos años el papi fútbol.
¿Qué hace?
Don Carlos Edilberto llevó de la mano fútbol y estudios, se graduó de maestro en el Escuela Normal de Maestros “Alberto Masferrer” y ejerció el magisterio durante treinta años en el sector público y 20 en colegios privados de la capital, hasta que se jubiló.
Actualmente goza de su jubilación en su natal Tonacatepeque junto con su esposa Adela Batres de Melara y también se da tiempo de visitar y disfrutar de la compañía de sus adorados nietos, a quienes visita asiduamente en San Salvador.
“Guardo las esperanzas de que alguno de ellos sea futbolista” dice don Carlos.
En Tonacatepeque se da el tiempo de visitar un terreno de su propiedad y de escribir artículos periodísticos de moral y educativo en un matutino nacional, tres veces por mes.
En su tiempo libre también se dedica a tocar en una pequeña marimba que tiene en su casa, en la que interpreta melodías de antaño y contemporáneas.
No olvida el fútbol. Si bien es cierto lo dejó en forma activa hace cuatro años, ahora forma parte del cuerpo técnico del equipo Tonacatepeque FC, con el que participa en la Primera Categoría Mayor del fútbol aficionado con buen suceso. Está entre los clasificados para ascender a la Tercera Categoría del fútbol profesional y dice que espera revivir el recordado San Nicolás, donde él mismo dio sus primeros pasos futbolísticos, allá por 1957.
No descansa, dice, en eso de forjar a las nuevas generaciones con valores morales y deportivos porque está consciente de que “el arte y el deporte son dos ramas del árbol de la ciencia y de la vida que deben cultivarse”.