Nunca entendí la razón por la que en el deporte estadounidense ?manejado a través de franquicias- no tiene descensos. Los reyes del espectáculo, al menos en un montón de aspectos, se pierden un factor clave. En la MLS, por ejemplo, no hay descensos. Ni en la NBA o NFL. Todos saben que una mala racha, por pésima que sea, tiene como peor escenario no llegar a las instancias finales de postemporada. Pero jamás perderá la categoría: el año siguiente volverá a intentarlo como si nada hubiera pasado. Claro, tampoco hay ascenso por más que uno sea campeón de una categoría inferior, lo cual seguramente será frustrante.
El morbo del descenso le da vida a un campeonato tanto como la lucha por el título, e incluso más, como cuando en esta temporada hay dos grandes del fútbol salvadoreño que arrancaron peleando la permanencia como Águila y Firpo. Si el torneo terminara hoy, Águila se iría a Segunda División, algo que tiene molestos a todos los aficionados del club migueleño. Pero, para su alivio, el torneo no finaliza hoy: le quedan aun 16 jornadas.
El descenso es más que bajar de categoría, es someterse a una humillación pública ?sobre todo se si trata de un club poderoso- que deja una herida difícil de cicatrizar. Es una cuestión de orgullo. Por eso, los torneos Clausura ?a diferencia de los Apertura- siempre son más emocionantes: se pelea arriba y abajo.
Sí, es cierto que se han ido grandes al descenso, desde River al Manchester United, del Atlético Madrid al Liverpool. Muchos han vuelto más fuertes, apuntalados por su gente en el momento más difícil de su vida institucional. Claro, aquí probablemente, como en México, el descenso de un grande finalmente no se consume jamás, ya que está permitido que se compre una categoría y recuperar el status de club de Primera por algunos miles de dólares sin necesidad de pasar por el calvario de la Segunda. De la humillación, sin embargo, es más difícil restablecerse.
El torneo sería todavía más apasionante si se hubiera mantenido el partido de repechaje entre el segundo mejor equipo de la Segunda División (el perdedor de la final) y el noveno de la tabla acumulada de Primera División. Ya son varios años desde que abolieron esa instancia que le daba aún más emoción al torneo y que hacía que los equipos tuvieran siempre un objetivo, aún aquellos ya sin posibilidades de pelear por las semifinales.
La lucha por dejar el sótano de la tabla acumulada ?Águila (17), Firpo (18), UES (21), Santa Tecla (22) y Dragón (23)- promete mucha adrenalina. A diferencia de otros años, donde a esta altura ya había alguno casi condenado y una brecha enorme de distancia, aquí todo está por decidirse. Quizás la clave sea no pensar en el descenso sino en las semifinales, ya que aquel que logre hilvanar un par de buenos resultados y se prenda en la puja de arriba indefectiblemente se alejará del precipicio.