Hubo un tiempo en el que los campeonatos estudiantiles en el baloncesto despertaban pasiones nacionales; un tiempo en que los gimnasios rebasaban de gente para ver a sus colegios encestar; un tiempo de oro en el que el público esperaba los clásicos del deporte de la canasta casi con mayor expectativa que el fútbol. Y allí, en ese tiempo, el Liceo era sensación. Su líder, Ricardo Bustamante, el “Zurdo”, una de las grandes figuras de los inolvidables 80 del básquetbol salvadoreño.
En Asesuisa lo descubrió Eduardo Torres cuando apenas tenía 12 años. Y de la mano de aquel entrenador, Bustamante dio sus primeros piques y dobles en el deporte que no abandonaría nunca. “El ‘Chele’ fue quien me reclutó para empezar a jugar y luego me llamaron de la primera infantil en el Liceo en el 76 -cuenta Bustamante-. Allí empezó a entrenarnos el exbasquetbolista Rafael Góchez en categorías básicas. Ese fue el éxito del Liceo. En ese año a la convocatoria llegaron más de 120 aspirantes a jugar en la primera infantil que hubo en el campeonato colegial y muchos de los jugadores que llegamos hasta la Primera y fuimos campeones iniciamos todos juntos ahí. Ese fue el éxito de haber tenido un proceso desde los menores hasta la mayor…”
Después fue el tiempo de los hermanos Carrillo en las categorías juveniles y en la mayor estuvo el doctor Carlos Armando Lahud (el Zorro), “toda una eminencia”, recalca el Zurdo. Y agrega: “En el 83 fue la cúspide, campeones invictos, nadie nos ganó en más de 25 partidos…”
Imposible no reencontrarse con la nostalgia de aquellos buenos viejos tiempos: “Eran los años en que el gimnasio se llenaba de tope a tope. Era importante el apoyo de los colegios en el deporte; enfocaban su imagen en lo académico y en lo deportivo y el Liceo venía de una tradición ganadora desde los años 70. En esa época caí yo. Las barras , los padres, los compañeros, los alumnos, todo… Era una mística.. El compañerismo entre el colegio, los alumnos y los equipos de basquetbol”. Y, entre tantos recuerdos, no quiere olvidarse de una persona especial: “El hermano León, quien falleció hace muy poco, fue el encargado de los deportes y una de las personas a la que le debemos mucho. Un pionero, siempre estuvo con el equipo y tenía un gran carisma”.
El estudio fue la causa de un paréntesis para el deporte. “Me fui a EE.UU., a estudiar a Carolina del Norte. Lo único que sabía de allí era que Michael Jordan y James Worthy habían jugado ahí”. Estudió inglés, pero la experiencia duró apenas dos años. “Si me hubiera quedado y no hubiera pasado lo del terremoto, ese equipo hubiera sido la selección de El Salvador”, cuenta hoy.
El terremoto que sacudió al país también resquebrajó al deporte. “Dañó el gimnasio y no había dónde hacer el
campeonato”. Después ya nada sería igual: “Volví a jugar al Ademar, Leones. Pero fue una época fea. Llegabas al gimnasio y solo mirabas al que vendía chicles y gaseosas. Después de ver un gimnasio repleto, que los medios sacaran grandes reportajes, ver al gimnasio así no era lindo…”
El retiro le llegó temprano. Ya graduado de Administración de Empresas en la Matías Delgado, casado, con trabajo en el Banco de Comercio y maestría en la UCA decidió dejar de jugar a los 30 años. “Siento que para el jugador de basquetbol, aquí la vida es corta. La gente no mira el baloncesto como que fuera un proceso que sigue, sino que se estanca. No siento esa motivación decir ahora me hace falta llegar allá. Nosotros entrenábamos escuchando las bombas de fondo, muchas veces practicábamos sin luz, pero teníamos el enorme deseo de progresar”. Ese mismo amor al deporte que hace que hoy, tres días por semana, llegue a jugar en Ademar, en el torneo de exalumnos maristas. “Los mismos jugadores jóvenes dicen hoy ‘cómo es posible que se conozcan tanto’. Creo que era que teníamos buenos entrenadores que estudiaban el deporte y nos inculcaban la pasión. Por eso quiero mencionar a todos los colegios de la época de oro de los 80”.
¿Qué hace?
Desde su oficina de ventas se ve el perfil recortado del estadio Cuscatlán. Hoy es el gerente de ventas de la marca Nissan en el grupo Q, cargo que ocupa desde hace 10 años. “Es una de las marcas líderes del mercado salvadoreño. Lo que hacemos de la parte directa se da en el sentido del manejo de los procesos de venta y el cumplimiento de las metas”.
Tras el baloncesto pasó por un trabajo en el Banco de Comercio, a nivel de la banca, donde estuvo 10 años y luego estuvo en el Grupo Aval dos años. Hasta que le llegó el momento de vender carros.
No son pocas las veces que los clientes lo reconocen. Y preguntan a sus compañeros: ‘¿Ese no es el basquetbolista?’ Según Bustamante se da porque “ha quedado mucho en la mente de la gente que iba a ver la época dorada del baloncesto”.
Su apodo también genera confusiones: “A veces me confunden con el otro ‘Zurdo’ Bustamante. A mí me preguntan si estoy en la Femenina y a él si jugó al baloncesto”, confiesa entre risas, al tiempo que se ilusiona con devolverle algo al deporte que tanto le dio: “Queremos formar una escuela de baloncesto, ojalá se dé la idea”.