Si uno escucha las declaraciones que hacen los jugadores, especialmente en emisoras radiales durante la semana previa a un partido, siempre encontraremos el “se nos viene un rival difícil” o “estamos trabajando bien”. Otra que nunca falla, sobre todo si juegan de local, es el insistente pedido a la afición “para que nos acompañe”. Esa súplica, repetida hasta el hartazgo por jugadores y directivos, no tiene ningún efecto en la afición, que cada vez es menor.
Basta con revisar los números proporcionados por la Primera División para preocuparse. La sexta fecha del Apertura, sumados los cinco partidos, dio un total de 7,254 espectadores que pagaron su entrada. Cifra alarmante, sobre todo porque en esa jornada hubo un FAS-Alianza (4,173 personas). El resto se dividió así: llegaron 1,225 a UES-Águila y hubo tres partidos donde hubo menos de 1,000 espectadores: Dragón-Firpo (770), Marte-Santa Tecla (448) y Juventud Independiente-Metapán (638).
Parece que el hábito de ir al estadio se va perdiendo cada vez más. Algunos, sobre todo los que idealizan los tiempos pasados, creen que es por el mal espectáculo. Yo no lo creo, para mí es falta de pasión, por la ausencia de identificación con los colores. Si fuera por espectáculo, el equipo que mejor juega hoy por hoy en el fútbol salvadoreño es el Atlético Marte, y curiosamente es el que menos gente convoca. Es falta de pasión: está claro que la afición no va al estadio para ver si su equipo juega bonito: va a verlo primero porque son los colores que ama, más allá de cómo esté en la tabla o de si juega defensivo u ofensivo. Y quiere que gane como sea, aunque obviamente se irá más satisfecho si gana convenciendo y desplegando un fútbol vistoso.
Sé que las comparaciones son odiosas, pero si uno suma los cinco partidos de la sexta fecha, los 7,254 espectadores, no alcanzaría para superar en cantidad de público al peor partido en convocatoria de cualquiera de las cinco grandes ligas de Europa. Veamos… En Inglaterra fue Crystal Palace-Sunderland, con 22,671 asistentes; En Italia, Sassuolo-Udinese con 9,929; En Alemania, Freiburg-Bayern Munich con 24,000 (el máximo de la capacidad del estadio); En Francia, Sochaux-Ajaccio con 10,294; En España, Rayo Vallecano-Levante con 8,870.
Atención, aquí no se comparan precios, solo espectadores, porque obviamente las diferencia en taquilla serían todavía más abismales y no tendría sentido. Los precios son acordes a la realidad de cada país. Algunos dirán, ¿es ridículo comparar El Salvador con países como Inglaterra o Alemania, cuya población es muchísimo más grande? Puede ser, pero la cantidad de habitantes no siempre es un buen indicador para estos casos.
El Salvador tiene 6.3 millones de habitantes, Inglaterra tiene 53 millones, Alemania 81, Francia 65, Italia 60, España 47… Es cierto, no se necesita ser un país con una extensa población para llevar mucha gente al estadio. Un ejemplo, Peñarol, hace unas semanas convocó a 30,000 aficionados para su partido contra Cobreloa. Sí, Peñarol, un club de Uruguay, cuya población es de 3.3 millones. Belgrano de Córdoba, un club argentino que pasó más de la mitad de su historia jugando en categorías de ascenso, promedia 31,000 espectadores por partido. Y Córdoba es una ciudad con 1.3 millones de habitantes, la mitad de los que tiene San Salvador. Otro: Stoke City, probablemente el club que peor juega en la Premier League, habitualmente llena el Brittania Stadium con capacidad para 28,383 asientos. Es originario de una ciudad, Stoke-on-Trent, que tiene 240,636 personas.
Estos tres casos demuestran que la relación entre habitantes y asistentes al fútbol es al menos discutible. A la inversa podría tratarse el caso del fútbol chino, donde el Shanghai Shenhua promedia los 9,828 asistentes por partido en una ciudad con 23.7 millones de potenciales espectadores.
Incluso si uno compara habitantes totales contra asistentes, el fútbol de El Salvador saldría perdiendo. Los 7,254 que asistieron a ver fútbol profesional de Primera División representan el 0,11% de la población salvadoreña. Inferior a Inglaterra, que en la última jornada de la Premier League llevó 374,489 espectadores, cifra que podría haber sido más alta en caso de que el Manchester United jugase de local ante sus habituales 76,212 seguidores (fue visitante). Aún así, esos 374,489 espectadores, comparados con los 53 millones de Inglaterra significarían el 0,70% contra el 0,11% de El Salvador.
Algunos dirán que es un problema económico, que el poder adquisitivo de los aficionados es bajo. Es cierto que la crisis ha afectado, pero ir al fútbol cuesta menos que ir al cine. Se puede ir por 4 dólares, y hasta por menos. Es más, cuando el Atlético Marte regaló entradas para ir a verlos la respuesta fue más que tibia, cuando lo que se hubiera esperado era una tribuna repleta. Esa hubiera sido la demostración más grande de un sector cuyo mensaje sería “aquí estoy, soy de los que quiere ir al fútbol pero no tengo dinero”. Pero no fue así. Definitivamente, el aspecto económico no es el problema, al menos no es el gran problema.
Siempre he pensado que no hay espectáculo más triste que un partido de fútbol jugándose sin público. Ahora, con los amaños, descubrimos que hay cosas aún más tristes. Sin embargo, la herida del tema de la venta de juegos tarde o temprano cicatrizará. El de la falta de pasión, que se transmite directamente en la ausencia de aficionados hasta llevarla a cifras ridículas, parece que no.