¿Qué pasó con… “Lito” Jubis?

Carlos Ramón Jubis Zacarías, una gloria del levantamiento de pesas que también practicó a gran nivel el baloncesto, el béisbol, el fútbol y el karate. Un ejemplo de vida

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Don "Lito" Jubis posa con varios de sus trofeos que engalanan la sala de su residencia. Foto EDH

Por Wilfredo Hernández | Twitter: @wilhernandez68

2013-11-04 5:01:01

“Yo nací el mejor día de 1924”, me ataja, confiado, don Carlos Ramón Jubis Zacarías. “Fue un Domingo de Ramos y fue el mejor día porque nací yo”, siguió, mientras yo hacía un esfuerzo casi imposible de recordar qué había pasado aquel 13 de abril de 1924. Hace 89 años, la edad que tiene esta gloria del levantamiento de pesas de El Salvador, y de otros muchos deportes. 

Y es que el mayor de los seis hijos del matrimonio formado por Miguel Salvador Jubis y doña Emilia Zacarías escribió páginas gloriosas en el físicoculturismo cuscatleco, como también lo hizo en el baloncesto, el fútbol, el béisbol y el karate.

Don “Lito”, como le dicen sus amigos, se inició como la mayoría de jóvenes en el fútbol. Fue seleccionado del colegio San José, de su natal Santa Ana y con los años llegó a compartir en el balompié con “Kattan” Cubas y el “Chilenito” Valencia, otras figuras del fútbol santaneco.

En esos años ya practicaba también el baloncesto, por eso cierto día le pidieron que jugara como portero durante un partido, pero no le gustó y se fue del fútbol.

Se quedó en el baloncesto y tampoco le fue mal. Compartió duela con muchos jugadores que dieron gloria al deporte de las canastas en el país, como José Adolfo “Chorro de Humo” Pineda, Nicolás Esteban Nasser, Fito “Jocote” Rubio, entre otros.

En el baloncesto formó parte de la selección nacional que representó al país en los V Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe, Barranquilla, Colombia, en 1946. Esos juegos conocidos en ese entonces por muchos como “Olimpiadas”. Cuatro años después repitió en Guatemala.

Su verdadero amor

Sin embargo, fue el físicoculturismo el que lo atrapó, quizás para siempre. “Es que veía a Charles Atlas y quería ser como él”, respondió a la pregunta de por qué practicó la disciplina.

Y ese amor lo llenó también de gloria. Se sucedieron con asiduidad los títulos. En 1956 llegó el de “Mr. Santa Ana”, un año después el de “Mr. Atlas”, al siguiente fue “Mr. El Salvador” y su participación en el evento internacional de “Mr. América”, en México.

En tierras aztecas logró el tercer lugar general, pero se quedó con el premio al “mejor brazo” del evento. Y los podios siguieron hasta que se retiró “por la edad” y se dedicó a entrenar a la selección de físicoculturismo, sin cobrar un centavo, con la que participó en los Juegos de Puerto Rico.

En 1995 le entregaron la Espiga Dorada, otrora galardón que otorgaba a los mejores deportistas de El Salvador el Círculo de Informadores Deportivos y La Constancia. Un premio que lo llena de orgullo porque “no se le daba a cualquiera”.

Se retiró, don “Lito” Jubis, del fisicoculturismo, pero no del deporte. A sus 59 años todavía le alcanzó para lograr el segundo Dan en el karate, del que luce orgulloso el certificado que lo agencia como tal.

Del “Lito” Jubis profesor de comercio y tenedor de libros tal vez pocos se acuerdan. Del “Lito” Jubis atleta, padre y amigo son muchos los que lo consideran ejemplo.

¿Qué hace?

El título de Profesor de Comercio y Tenedor de Libros que logró en 1940 le abrió la puerta para ayudarle en la contabilidad del negocio de su padre en Santa Ana, pero también para llevar las cuentas del suyo propio, la ferretería “El Nilo”, cuando ya se instaló en San Salvador, en 1976.

Se vino con su esposa, Jane Andonie, porque sus hijos Evelin, Carlos y Enrique estudiaban en la capital “y porque la señora es la que manda”, según don “Lito”.

Fundó el negocio, una especie de legado familiar, ya que sus otros hermanos, uno de ellos Mauricio Jubis, otro atleta olímpico en el lanzamiento de bala salvadoreño, se dedicó al mismo rubro, del que luego se retiró y se lo dejó a sus hijos. Hoy hace caminatas en un parque cercano a su residencia, como resistiéndose a dejar la práctica deportiva.