Seguir el fútbol internacional no sólo implica involucrarse y apasionarse por determinado equipo, sino también entender cómo funciona el fútbol de elite, cómo está organizado, y ese puede ser de gran utilidad para aplicarlo aquí. No se pretende que nuestros dirigentes, federativos o dueños de equipos vayan a hacer cursos a Europa ?no estaría mal, claro-, pero sí que presten atención a algunos detalles y que los pongan en práctica aquí. Basta ver TV, leer un poco y preguntar el resto.
En la misma semana que la Bundesliga ?probablemente la liga mejor organizada del mundo- anunciaba su calendario para la temporada 2014-15 (sí, ya saben cuándo comienzo y cuando termina el campeonato posterior a Brasil 2014), nuestros dirigentes estuvieron un día entero tratando de ponerse de acuerdo dónde se iba a jugar un partido de desempate por el cuarto lugar. Y, lo que es peor, no lo lograron, por lo que fue la Primera División la que tuvo que decidir.
De hecho, el Metapán-Alianza, jugado finalmente en Ahuachapán, tuvo un hecho insólito. Se jugó con dos balones de marca diferente, que se iba alternando según el lugar donde la pelota se fuera. Si era cerca de la banca de Metapán, se reponía con la de una marca; si era por el lado de Alianza, se utilizaba otra.
Otro episodio que puso en ridículo el fútbol nacional fue la incertidumbre sobre las fechas y escenarios de las dos semifinales. Que una iba el viernes, que la otra el sábado, que un partido dependía del resultado de la repesca, que se cambia de estadio, que se cambia de fecha, que se cambia de horario… En fin, hay que querer mucho a un equipo para ir a un estadio a pesar de todas estas señales inequívocas de desorganización que emanan desde la cúpula. Eso, claro, sin incluir los casos de violencia, que han abundado últimamente.
El caso no es compararse con Europa, porque los presupuestos son de otras dimensiones. Pero para algunas cosas, como el orden, la planificación y el sentido común, no se necesita dinero. Alcanza simplemente con voluntad.