Siempre he pensado que el fútbol salvadoreño tiene demasiado tiempo ocioso. A diferencia de la mayoría del fútbol de elite, en este país solo se juega regularmente una vez por semana. Sí, hay algunas excepciones donde hay jornadas de miércoles, pero son pocas. Esto quiere decir que la mayoría de las semanas, los equipos locales no tienen partidos durante 7 u 8 días. Una cosa es el descanso, pero otra diferente es la inactividad.
Coincido con el seleccionador Alberto Castillo que en este país se juega muy poco. Lo máximo que puede jugar un futbolista son 36 partidos al año (fase regular de Apertura y Clausura), más 6 en caso de que en ambos juegue semifinal y final. Y 4 más si dicho club juega la Concacaf Liga de Campeones. Aún así es muy poco… No se puede comparar con Europa, que por organización debería ser un espejo donde mirarse.
Estoy seguro que muchos jugadores internacionales envidiarían, de vez en cuando, ese miércoles sin fútbol que en El Salvador es casi una costumbre. El tema pasa por la cantidad de competiciones. En Inglaterra, por ejemplo, hay clubes que participan hasta en cuatro torneos a la vez: Liga, Copa FA, Copa de Liga y una competición continental (Champions o Europa League).
Ya es tiempo que El Salvador vuelva a tener una segunda competición local, ya que la participación continental, con este nuevo formato, se reduce a solo dos equipos y comprende solo cuatro juegos. Con planteles de 25 jugadores y torneos cortos, muchos de los futbolistas de las plantillas deben resignarse a ser eternos suplentes o, lo que es peor, ni siquiera entrar en la convocatoria.
El tiempo ocioso no le sirve a nadie. De hecho, en muchos casos los clubes tienen que salir a hacer amistosos a cantones o van de invitados a fiestas patronales para jugar y no perder ritmo de competencia. Es hora de organizar un torneo de Copa, pero en serio. El último intento, la Copa Presidente, que se hizo durante 2005 y 2006 (ganadas por Balboa y Once Municipal), tuvo algunos fallos estructurales que le costaron su acta de defunción.
¿Qué sentido tiene crear un segundo torneo si al principal no asiste el público? Ese es un razonamiento lógico, pero hay una respuesta. Un torneo de Copa lo jugarían 64 equipos (los de la Tercera, Segunda y Primera División) igual que en la Copa Presidente, solo que a eliminación directa, y si es posible a un solo partido, como en la Copa FA inglesa. El error de la otra vez fue hacer una fase de grupo, por lo tanto se jugaron demasiados partidos cuyo resultado al final no importaba. Con esta modalidad, cada juego valdría la pena… En todos habría uno que avanza y uno que se queda.
Todos saldrían favorecidos… 1) Los equipos de Primera, que tendrían más actividad entresemana y de paso podrían hacer jugar a algunos de los no habituales ?especialmente juveniles- entre los titulares. 2) Los equipos del Segunda y Tercera, porque tendrían enfrentamientos de nivel y podrían mostrar sus jugadores, además de recibir una buena taquilla. Que Alianza llegue a Sonsonate, que el Roble reciba al FAS, que Turín se mida con Águila no dejará de generar ruido donde normalmente hay silencio e indiferencia. 3) Los patrocinadores, ya que aquellos que invierten en el fútbol tendrán una posibilidad más de exhibir sus marcas, ya sea en los medios televisivos como impresos. 4) Los medios de comunicación, que tendrán más actividad en días donde normalmente no pasa nada.
La logística no parece demasiado complicada, sobre todo en un país tan pequeño como El Salvador donde no hay necesidad de tomar vuelos domésticos y en cuatro horas como máximo se cruza el país de punta a punta. Además, no es que hay que jugar todas las semanas. Quizás entre una vez o dos por mes, dependiendo de fechas FIFA y el calendario de Concachampions. También sería importante que un Canal, el que acepte, o varios, televisen la mayor cantidad de juegos. ¿Por qué no Canal 8 o Canal 10? Se pueden programar 9 partidos sin que se solapen: (martes, miércoles y jueves, a las 3pm, 5pm, 7pm). Eso sí, se necesita un sponsor principal que incluso le dé nombre al torneo (como la famosa Carling Cup, ahora Capital One Cup) y que absorba algunos de los gastos y un premio tentador, de manera que a nadie se le ocurra celebrar la eliminación, como ocurrió con varios entrenadores en la última edición de la Copa Presidente.
Definitivamente ésta no es la solución para el fútbol salvadoreño, que está herido en su credibilidad, con estructuras débiles y grietas institucionales. Pero mientras no se hace nada importante, competir siempre será algo saludable.